"The World I Know". Collective Soul. Homónimo. (1995)


Tan solo hay que escuchar esos acordes de la guitarra y ese fondo de violines al comienzo para adentrarnos en la reflexión que se avecina. Y es que en sus cuatro minutos y quince segundos de duración, The World I Know hace patente –tras la máquina penetrante de su banda rítmica- una profunda crítica al circulo vital del ser humano contemporáneo: un llamado de atención, un reclamo hacia la pérdida valorativa de la vida. Veamos la primera estrofa (0:28): “¿Se ha mostrado nuestra conciencia? / ¿Ha soplado la dulce brisa?/ ¿Se ha ido toda la amabilidad?/ La esperanza todavía persiste/ Bebo en una pena renovada/ sentado solo en la ciudad de Nueva York/ Y no sé por qué”. Notamos claramente la importancia de todas estas interrogantes que en especie de autobúsqueda se van planteando… y esa frase final nos da una respuesta certera: respuesta paradójica pero sincera.

Ya en la segunda estrofa que es aún más dramática. Aquí el llamado es concienzudo, razonable, al mismo tiempo que sufrido y martillante. Veámos (1:18): “¿Estamos escuchando los himnos del sacrificio?/ ¿Tenemos ojos para ver que el amor se está reuniendo?/ Todas las palabras que he estado leyendo/ han empezado ahora el acto de sangrar en uno”. Un canto de esperanza, un canto de amor y fraternidad: una expresión humanitaria plena y humilde típica de Collective Soul, banda que por cierto visitó nuestro país en el marco del Caracas Pop Festival del año 2001.

Ya en el minuto final se solidifica el mensaje; se trata entonces de ver el autosufrimiento en que nos sumergimos sin saber por qué, sin tener en cuenta el milagro depositado en cada gota de materia en esta vida, negándonos, en fin, a abrir nuestros ojos al otro mundo palpable y real, a este mundo abierto, digno, que se sobrepone a todos los vicios y males.

El coro final es una joya, entonado enérgicamente por Ed Roland, en especie de credo humanizante (2:55): “Así que camino en la altura/ y me paro en el borde/ para ver mi mundo debajo/ y me río de mí mismo/ conforme a las lágrimas que caen/ porque es el mundo que conozco / es el mundo que conozco”. Limpieza en la batería (Shane Evans), guitarras contagiantes (Dean Roland y Ross Childress), bajo grave y poderoso (Will Turpin), chelos y violines dramáticos, una voz que se entrega toda, y un collectivo que en cuerpo y alma se desvoca en esta canción entusiasta. “Cause it’s the World I know/ It’s the World I know”.


Traducción de la letra al español por Patria Márquez
CAM.
2006


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