Gustavo Cerati frente al espejo infinito: la poética del sueño stereo



“Todo movimiento nos delata”, apunta Michel Montaigne en uno de sus legendarios Essais. Pienso en esta frase ahora porque, en efecto, el ritmo es en esencia dinámico, así como todo en la naturaleza que nos rodea. En donde se sitúe el ritmo, se dibuja con él un tiempo y un espacio; sin embargo, aquel está condenado a nunca ser el mismo jamás. Ya de esto han hablado mucho los filósofos y científicos a través de los siglos: desde Heráclito hasta Einstein. Sin embargo, traigo esto a propósito para aproximarme a una canción, que según mi parecer, resume el movimiento poético de uno de los músicos más geniales de la historia del pop-rock latinoamericano: Gustavo Cerati, uno de los tres integrantes del ex-trío argentino Soda Stereo.

El tema no es otro que Disco eterno, publicado en el último disco de estudio de la banda titulado Sueño Stereo (1995). Disco eterno viene siendo la nuez fundamental donde Cerati proyectará no sólo su separación del trío argentino –quién sabe si conciente o inconcientemente- sino también la revelación de un viaje poético propio de largo aliento hasta hoy día: la indagación del deseo rítmico en medio del angustiante cambio. El ars poetico donde el artista planteará primero, el acto azaroso de la creación musical; segundo, los paralelismos de su personalidad insaciable; tercero, la carga orgásmica de su rutina sensual; y cuarto, la construcción de una dimensión rítmica que responda a su búsqueda existencial. Esto último es una sentencia a lo largo de las estrofas: “Vengo a descubrir por qué este deseo crece”.


Observemos, por ejemplo, un verso de cada estrofa para desmenuzarlo, sin ánimos de agotarlo hasta la última gota. Frente a la angustia de “salirse del contexto”, frente a la desesperación de no encontrar el camino definitorio, Cerati expone una salida: “Poner un disco eterno, moverme en tornasol”. La libertad, propuesta así, viene siendo el comienzo de un viaje interminable, sin ataduras, sin ambages; y se asume, claro está, sin miedos y temores. “Un espíritu a veces seguro otras veces incierto”, es una confesión irremediable de su yo, y cumple lo que Montaigne desarrollaría hace siglos: reflejar en el discurso ensayístico la incertidumbre, la duda, la ignorancia, la confusión y la contradicción del espíritu frente a lo “real”. Vagar en ese disco eterno es la salida humilde. Movimiento centrípeto que nunca cesa: pasando por Pulsar, Rio babel, Cosas imposibles y Fuerza natural… He allí como Cerati tejerá -en su carrera como solista- aquel movimiento en tornasol: la libertad de su sed expresiva.

Volvamos a la segunda estrofa: “Entre los dos pasa un meridiano, latitud de vidas paralelas”. Frente al espejo, Cerati se confirma indudablemente en la diversidad espiritual. Entre meridianos y latitudes, no pretende encontrarse en el espejo de sí mismo, o en otras palabras, no pretende establecer la verdad, sino buscar su rostro bajo todos los puntos espaciales, temporales y rítmicos posibles. Pero ese espejo no es más que ese brillante tornasol en constante giro, delatándolo en instantes fugaces. “Abrir el sueño stereo, crear la dimensión”: allí se abre el universo poético ceratiano, luego de aceptar que frente al tornasol se difumina entre un mar de dudas. Una dimensión que, por encima de todo, se explaya como inabarcable, sensualista y heterogénea.

En fin, Cerati entiende que sólo moviéndose en espiral –un giro poético que siempre estará constantemente en sus letras- sólo tiene la posibilidad de responder a cuentas gotas la duda que tanto lo atormenta: entender el deseo que lo provoca, el duende que lo llama y que no puede atrapar. Ese irse “desnudando con cada sonido”, será entonces la propuesta existencial del artista en medio de la ruta centrípeta. Descubrir, buscar la llama: el rostro frente al espejo infinito.


CAM
2010

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