Diario alucinados: Virginia Woolf y Ricardo Piglia


En la madrugada de hoy, a eso de las 12:30 am, leí algunas notas del diario de Virginia Woolf. Quedé pasmado con las descripciones de la escritora londinense; del cómo a partir de una raya en la pared de su alcoba pudo ahondar en los acontecimientos de la Segunda Guerra Mundial. En ella persiste un océano incontenible por y para las palabras. Su voluntad, expresada febrilmente en su Diario, deja constancia del asfixiante conflicto epocal. Pero también toma impulso de todas partes; se explaya con diligencia y soltura por su universo íntimo, para soltarnos luego facetas de la sociedad conservadora británica.
Esa posición de descontento hace del diario de Woolf un espejo nítido de una mujer rebelde con lo exterior. La literatura es el espacio que le da cobijo temporal hasta que decide suicidarse. Allí no hay espacio para la contención moral o política. Pareciera que cuando escribía sus diarios se zafaba de mordazas. Lo infiero por el fluir de su prosa, a la vez cascada y llanura, a la vez vértigo y finura.  En el diario se transforma en diosa poderosa. Creo entrever que las líneas que dejó son líquidas, frescas y siempre en movimiento. Como Las olas, una de sus obras más famosas.

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Conseguí en la revista colombiana El Malpensante una entrevista al escritor argentino Ricardo Piglia (Agosto, 2010). En ella conversa con los entrevistadores acerca del proceso creativo de sus diarios. Da muchos datos acerca de la validez literaria de este género, sobre la dicotomía entre ficción y realidad, entre muchas otras cosas. Quiero traer aquí un párrafo que me parece crucial:
“El diario me interesa por el lado del fragmento y la brevedad como experiencia de la forma. Eso y la idea de una combinación muy fluida, no deliberada. También me gusta la idea de que es capaz de incorporar registros múltiples de la escritura. La literatura tiende a instalar al sujeto en un estilo, en una fórmula, mientras que los diarios no”.
Esa concepción se me parece a mí. Es decir, yo anhelo que estos ejercicios sean un ejercicio de brevedad, de fluidez en el trazo, de depuración del lenguaje. Cuando Piglia usa el término “combinación” lo entiendo en el sentido de la mezcla tanto textual como sentimental de quien escribe. Pienso además en que todo lo que se registra en el diario puede llevarnos a la nada: el azar, la indeterminación. Un registro que sube y baja en intensidad dependiendo del estado de ánimo que punza en el escritor.
        Al escribir un diario se siente como en un túnel con respiraderos. Esa imagen puede ser lúgubre. Se me ocurre asomar otras, pero no me gustan por ser inseguras a esta hora de la noche. Esa del túnel me gusta porque hay un trecho imaginario rectilíneo (que puede ser el tiempo terrestre, biológico) y los respiraderos son los escapes alimenticios del espíritu, de la intuición (que puede ser lo irracional, la inconsciencia, la creación suelta). Caminar en ese túnel es gratificante porque es tener el poder de lidiar transversalmente o en zigzag entre la realidad y la literatura.

CAM
Diario Personal
Caracas, 31 de enero 2013.

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