El último adiós a Gustavo Cerati

Una colega historiadora y amiga, Mireya Dávila, que actualmente cursa estudios de posgrado en Buenos Aires, asistió en horas de la noche de ayer (4 de septiembre) al funeral público del gran Gustavo Cerati. Mireya, con quien compartí las imágenes ceratianas y los altos manjares stereofónicos cuando estudiamos en la Escuela de Historia de la Universidad Central de Venezuela, resume en estas breves palabras el dolor que invade a miles de fanáticos en Latinoamérica.  Aquí los humildes detalles que quiero compartir con los visitantes de Sueños Postergados:

Me he acordado mucho de ti, poeta. Quería escribirte cuando llegué ahí y desde la tarde cuando me enteré...  Pero no te encontré conectado.


Más de tres horas de cola. Gente de todo tipo. Los más fans y los que sin llorar aguardábamos en la cola. Café, cigarrillos, chocolate. Comenzó a llover y dos mujeres detrás de nosotras nos dieron su paraguas. La solidaridad presente. Entramos a la Legislatura. Un palacio de estilo del siglo XIX. Hacia las escaleras había una corona de flores de la Embajada de Venezuela. Subimos esas escaleras de mármol. Y allí estaba en medio del salón, custodiado por hombres vigilantes alrededor del ataúd. Detrás de unas puertas de vidrios estaban sus familiares y amigos. Se les escuchaba llorar. Alrededor de Cerati había flores, coronas de flores, banderas y pancartas en el piso. Y colgaba de la urna una bandera grande de Argentina.


Lo impresionante fue ver un ataúd cerrado, más pequeño y angosto de lo que él parecía en vida. No puedo dejar de pensarlo, su cuerpo se redujo hasta quedar sin vida. Sobre el cajón de madera había una foto de Gustavo en blanco y negro junto con flores blancas y amarillas. 

Afuera lxs chicxs cantaban sus canciones, a cada tanto comenzaban a aplaudir y a cantar con guitarra en mano.

"Decir adiós es crecer"

Mireya Dávila




Entradas populares