Los Sopranos. Cuarta Temporada (2004) HBO


El payaso triste y el prozac

“Tengo que ser el payaso triste para mis amigos. La imagen fuerte para mi familia”. En esta perspectiva se nos presenta la depresión de Tony Soprano en esta cuarta temporada. Recordemos los abatimientos emocionales vividos en las pasadas entregas: el carácter manipulador de su madre, la traición de su capitán Pussy Bompensiero, el temperamento rebelde de su hija Meadow y los problemas de atención de su hijo menor, Anthony Jr. A todas estas, la Dra. Jennifer Melfi -que había decidido no dejar "desamparado" a su paciente- tendrá una tarea ardua: encauzar no solo la tristeza, sino la ira contenida de Tony. Vendrá el Prozac a regular el sufrimiento. "Lo que trato de establecer es que su respuesta a la tristeza suele ser ira y no felicidad", le suelta Melfi. "Ahora que los ataques de pánico y la depresión superficial han sido resueltos, podemos comenzar con el verdadero trabajo", finaliza. Manos apretadas, muecas desconfiadas, piernas cruzadas, mirada iracunda, su paciente explota: "Me he sentado aquí cuatro putos años y aún no resuelvo nada. ¿De qué me ha servido todo esto? ¡Carajo! Con lo que me gasto aquí me hubiese comprado un puto Ferrari. Al menos así me hubiese ganado unas mamadas". Su pragmatismo lo encierra; trata de irse y echar toda la terapia al cesto de basura; es una bomba apunto de explotar. ¿Podrá la Dra. Melfi controlar al irritable payaso triste?

Mirada espinada


Meadow Soprano representa en este drama gansteril la rebeldía y la conciencia, la protesta y la razón. Pareciese que sus ojos tuviesen espinas, porque todo lo que miran y observan es desarmado. Desde muy temprana edad, sobresale por sus altas calificaciones; tales virtudes le abren distintas oportunidades de estudio en las universidades más prestigiosas del país. En Los Sopranos, Meadow tiene una misión esencial: luchar contra la doble moral de su círculo familiar. En ella vemos una pulsión terrorífica, esta es, caer y ser cómplice indirectamente del negocio de su padre. Carmela, su madre, no puede con el carácter impulsivo de Meadow; en el fondo, son el reflejo en el mismo espejo: la mujer atrapada e infeliz que desea la independencia.
Meadow rompe el molde conservador y racista no sólo de su padre y madre, sino de la cultura italo-norteamericana en la cual ha sido criada. En el amor, la contestataria joven sufre traspiés consecutivos; primero fue Noah, el que Tony trató como "el carboncito"; el segundo, Jackie Aprile Jr, quien moriría asesinado de un disparo a finales de la tercera temporada. Deprimida, manipula a aquellos para dejar los estudios por un tiempo e irse a Europa. "¡Ya me harté de decirle a todo el mundo que estás en el negocio de la basura! ¿Qué es esto? ¿Afganistán? Soy mayor de 18 años. Iré a dónde quiera y con quien quiera", le dice a su padre en una escena provocadora. "Lo creas o no, el mundo no gira a tu alrededor, papá", culmina. Meadow, mirada espinada, se mueve como pez en el agua dentro de aquel océano tumultuoso.

“¿Qué puto demente haría algo así?”


El enfermizo y burlón Gladiador, Ralphie Chifaretto, marcará con extrema violencia la historia de esta serie. Nosotros, los espectadores de esta producción, deseamos devolverle todo el daño que su incontrolable locura ocasiona. Aceptémoslo: Ralphie nos trastoca los cimientos de la maldad y de la justicia. De allí nuestra respuesta emocional ante este personaje fuera de control. No sólo empezará a salir con Janice Soprano sino que se burla de la esposa de Jhonny Sacrimoni, consiglieri de la Familia de New York y amigo de la infancia de Tony. “Ginny es tan gorda que le sacarían un bulto de 90 libras de su puto culo”, dirá en una de las reuniones de la pandilla. Tal comentario empieza a mover los gatillos. Metido en el negocio del hipismo, Ralphie luego de ganar unas cuantas carreras con su yegua Pie o my, se la sede a Tony para que se encargarse de su sostenimiento económico. Según aquel, el Boss es un amuleto de la buena suerte. Un incendio devora las caballerizas, llevándose consigo la vida de la yegua. Tony, sobrecogido por la noticia, visita a Ralphie a primeras horas del día. “¿Qué demente haría algo así?”, se pregunta en voz alta. El alocado personaje, mirándolo aludido mientras prepara unas tortillas en la cocina, confiesa: “¿Y eso qué? ¡Era una puta yegua! ¿Eres vegetariano o qué?”. Un golpe tras otro, convierten en la cocina en un cuadrilátero de la muerte. Y sólo allí nuestra sed de venganza sería reivindicada.

La angustia del Crazy Horse


Adriana La Cerva es un personaje que empezará a tener un protagonismo interesante en esta cuarta temporada. Es la novia de Christofer Moltisanti, sobrino de Tony, que desde la edición pasada había ascendido a capitán. Adriana realza no sólo por su belleza escultural y sus semidesnudos por los cuales más de uno enloquece, sino porque logra describirnos la vida de una mujer que se ve involucrada indirectamente en la mafia. Adriana es ingenua; ella desea casarse y tener hijos, aunque este último deseo le sea negado por tener problemas de concepción. Moltisanti le regala un local a las afueras de Jersey, muy cerca de la costa atlántica, el cual bautiza con el nombre de Crazy Horse. Inesperadamente, se le revela una noticia que la sacudirá: una de sus amigas, Danielle Ciccolella, resulta ser policía encubierta del FBI, y logran presionarla con cargos de posesión de drogas. “Te ofrecemos una salida, la ocasión de salvar tu vida y la de Christofer”, le advierten los federales. El miedo cunde. Vigilan su club. El FBI sabe que allí se reúne la pandilla para distintos negocios gansteriles. Mientras coopera con el gobierno, Adriana ve con desgarro la drogadicción de su prometido: es golpeada y humillada por este en unas escenas crudas. ¿Se salvará la bella La Cerva de ser descubierta? ¿Logrará convencer a Chris a que dejase la heroína?


“Nunca debí venir a Norteamérica”


Cuando Tony Soprano fue a la ciudad de Napoles en la segunda temporada por motivos de negocios –el tráfico de automóviles robados, específicamente- se traería consigo a New Jersey a uno de los soldados más violentos de esta serie: Furio Giunta. Napolitano de nacimiento, Furio nos vislumbra el choque cultural que sufre un hombre criado en la cultura mafiosa europea y que es trasladado, de improviso, no sólo a la nación bandera del capitalismo mundial, sino a una nueva dinámica de entender y vivir el negocio de la Cosa Nostra. Como su nombre, Furio encarna, pues, la furia despiadada. Esta virtud, por ejemplo, empleada en los cobros y demás maniobras de usuraría, es una cualidad esencial. El método es preciso: romper brazos, golpear rostros, tirotear piernas, torturar y lastimar hasta la muerte. “¿No me vas a pagar, maldito? Me estás evadiendo, ¿ah?”, es el prólogo de la masacre usado por Furio en un inglés cruzado con un italiano imperioso. El Boss rápidamente lo ascendería a capitán, dándole la confianza y el poder de ciertos asuntos en el negocio. Sin embargo, cuando descubre a Carmela Soprano, el amor prohibido empezaría a tejer su tragicidad. “Nunca debí venir a Norteamérica”, sentencia.



“Siento que la vida se me va de las manos”


Recordemos la lucha que hasta esta cuarta temporada Carmela Soprano proyecta ante nosotros: el movimiento angustiante entre el bien y el mal, suponiendo en él un combate en términos morales. Entre los consejos de la psicología y de la iglesia católica, la esposa del Jefe en esta edición decidirá romper con todas las barreras. Al enterarse de que Tony le era infiel con otra mujer, Valentina La Paz, no tarda en quitarle 40 mil dólares e invertirlos en cuatro empresas de valores. Esto último es un afán que la moverá con mucho ahínco: invertir en bienes y acciones no sólo para conseguir cierta independencia económica, sino para ir ahorrando si algo mal le pasase a Tony, esto es, la cárcel o la propia muerte. Sin embargo, será el amor loco por Furio Giunta lo que hará de Carmela un objeto a punto de quemarse. “Aún no hemos dormido juntos. Me cree interesante cuando hablo. Siento que la vida se me va de las manos, que nunca voy a ser feliz”, le confiesa a su mejor amiga Rosalie Aprile.
De pronto, Furio regresa a Italia huyendo de la fosa segura que le tocará si se llegase relacionarse con la esposa del Capo. Carmela, al enterarse, se desvanece; estuvo más cerca de la infidelidad en la segunda temporada, cuando se enamora de Víctor, el empapelador, con el cual intercambió besos intensos en el baño de su propia casa.

Vendrá ineludiblemente una de las secuencias actorales más aclamadas de la historia de esta serie: Carmela y Tony, allanando el terreno de la separación matrimonial. “Te burlaste de mi todos estos años acostándose con esas putas. ¿Y ahora me llaman a mi casa?”, grita. Tony, sin nada qué decir, lo acepta, pero antes que se fuese, la iracunda Carmela le suelta sonriente sin medir las irrefutables consecuencias: “Yo estuve profundamente enamorada de Furio, y fantaseaba todas las noches con él mientras tú me hacías el amor”.


La problemática Janice Soprano

“Cada vez que oigo tu voz en el teléfono, se que va a costarme tiempo y dinero, siempre estás complicándome la vida”. Con esa afirmación tajante Tony describe eficientemente a su hermana Janice. Muerta su madre Livia, regresaría a Jersey para recuperar la casa en la tercera edición. Pero en esta entrega del 2004, Janice Soprano tiene un papel llamativo. Visitará a una terapeuta. En el diván consigue una verdad: “En tus relaciones con estos hombres -primero con Richie Aprile, y esta temporada con Ralphie Chifaretto- reemplazas a tu padre con tu hermano. Es la figura de la autoridad la que hasta hoy has buscado para demostrarles algo”. Janice se descubre que nunca ha sido amada, no sólo por los hombres con los cuales ha estado, sino por su propia difunta madre. Entre la dispersión espiritual que la recorre, necesita vincularse con figuras masculinas que sepan quererla. Janice necesita la sinceridad, la honestidad. Y aparecerá en su camino Bobby Caccalá.


“El día de Colón”: capítulo ejemplar


El capítulo ejemplar en esta ocasión se lo damos al titulado “El día de Colón”. En él se vislumbra, como en ningún otro, las profundas luchas identitarias de la sociedad estadounidense en pleno siglo XXI. Como historiador, no dudaría en ofrecerla –si en alguna ocasión impartiría clases- a mis alumnos para que comprendiesen cómo en un país ajeno al nuestro viven una fecha trascendental como el 12 de octubre de 1492, fecha en donde la caótica Europa invade América. Con un libreto estupendo, este corto sopesa los argumentos por un lado de la cultura italiana que defienden a Cristóbal Colón como el símbolo del orgullo italiano; y por el otro, la cultura aborigen, que ve en aquel el responsable del horroroso genocidio de los pueblos nativos norteamericanos.
Entre símbolos y pancartas, entre consignas y marchas, es una ocasión de interpretar el pasado desde el presente de maneras distintas: “Incluso hoy día nos siguen viendo como pizzeras y mafiosas. Es nuestro deber conservar nuestra tradición. De vestir trajes oscuros a lucir los Moschino y Armani. Si nos dicen John Gotti, digásmole Rudolf Giuliani”, suelta una escritora en una reunión en la parroquia de Newark a propósito de la festividad.

Frente a esto, la pandilla liderada por Tony Soprano se aferra a la defensa a ultranza del héroe explorador. Silvio Dante, el consiglieri, es uno de ellos. Mueven todas las influencias para cercenar las manifestaciones en contra de Colón, pero nada ni nadie las puede detener, ni siquiera el asambleísta del estado, David Zellman. Al final, el Boss resuelve el dilema histórico desde su visión pragmática, desde su visión económica y negociante. “¡Olvídalo! ¡Se acabó! Demonios, es un problema de autoestima el de nosotros. Tenemos que vivir el presente.”


CAM, 2010




Entradas populares