Los Sopranos. Tercera temporada (2003) HBO
El cortocircuito: la carne, la madre, el negocio…
En el viaje hacia sí mismo, el capo Tony Soprano se enfrenta, con la ayuda de la dra. Jennifer Melfi, a varios elementos cruciales de su niñez en esta tercera temporada. Los recuerdos van y vienen a su cabeza: el estilo de vida de su padre Jhonny, los giros criminales que envolvió su crianza, la ira de su manipuladora madre Livia. Cuando era un chico, se escapa de la escuela y sigue a su padre en lo que era una cobranza rutinaria a un apostador, dueño de la carnicería Satriale’s. Escurriéndose, ve cómo su padre le corta un dedo aquel hombre con un hacha. Por un lado la agresión; y por el otro, el gatillo de sus ataques: la carne, el origen del cortocircuito de la niñez. “Al ser testigo no sólo de la sexualidad de sus padres, sino de la violencia y la sangre, quedó aquello relacionado en usted con la comida que lo alimentó”, revela Melfi. Un cortocircuito que más de una vez sufrió también su padre, y que ahora su hijo Anthony Jr. empieza a padecer. Pero hay otra cosa llamativa en esta temporada: la aceptación de Carmela, esposa del Boss, a asistir a la consulta con la dra. Melfi; ambos, sentados en el mismo diván, intentarán solucionar no sólo el cortocircuito en cuestión, sino los problemas maritales de la pareja central de la serie. “Ahora nos comunicamos mejor”, suelta Tony. “Es la terapia”. ¿Sería verdad? Aquella felicidad repentina tendría un nombre y un apellido.
Gloria Trillo: la amante
Cuando aparece la divina Gloria Trillo en el panorama, pareciese que la vida de Tony regresase al peligro de la primera temporada: el vértigo del lecho materno. Vendedora de la agencia Mercedes Benz en las afueras de New Jersey y paciente de Melfi, Gloria se enamora de Tony con un frenesí insospechado. Elegante, independiente, inteligente, bella. A Tony le atrae como a ninguna otra mujer. Pronto, esta mujer empieza a sacar su lado oscuro: depresión, inestabilidad, violencia. Pero aquel no acepta la recomendación de Melfi para alejarlo de aquella y de la infidelidad. En el diván, estalla una de las frases más duras de esta temporada: “Estar con Gloria me hace más feliz que todo su puto prozac y su terapia idiota junta”. No pasaría mucho tiempo para que Gloria sacara aun más sus garras. Ella, maliciosa y ansiosa, busca la forma de romper el matrimonio de Tony. No sabe en qué se mete. La ilusión se derrumbará para el Capo. “Eres un maldito agujero negro sin fondo. Eres igual que mi madre”, suelta Tony en una dura escena.
El perro furioso, la justicia, la ira…
“He sido engañada por un sociópata”. Es la verdad que la dra. Melfi saca de su relación con su paciente mafioso. Decide hablar con él y recomendarle que se atienda con un terapista experto en conductismo. Siente que con los hallazgos y la medicación que hasta ahora ha recibido de su parte, Tony está en capacidad para dar ese paso. Sin embargo, pasará algo brutal para ella: será violada por un joven en las escaleras de su consultorio. “El mundo es una maldita cloaca”, suelta. Cuando Melfi -dos semanas después- ve a Tony se erige en nosotros el deseo de la venganza, de la justicia iracunda. ¿Quién no desea la acción, el descuartizamiento, el sufrimiento del inescrupuloso violador? Melfi se debate entre el silencio y la confesión; en sueños, ve al sujeto que la violó y un perro negro que lo devoraba vivo. Sobresaltada, la dra. Melfi tiembla frente aquel dilema, y nosotros también como nunca antes en estas tres temporadas. Tony siente que ella le oculta algo. Nota a su psicóloga muy extraña, nerviosa, como si estuviese a punto de explotar. “¿Tiene algo qué decirme, dra.?”. Ya sabemos la respuesta.
“Mi vida está financiada por el crimen”
Carmela Soprano continuará persistiendo en su drama moral en esta tercera temporada. El prólogo se nos viene cuando Livia Soprano, su suegra, muere de un infarto; reunidos todos en casa, luego del sepelio, Carmela demuestra el peso central que tiene dentro de la serie: “Esto es una verdadera mierda. Por un lado, pienso en ocultarles la verdad a mis hijos con respecto a su abuela; por el otro, pienso que en clase de ejemplo estoy dando. Evadiendo, sonriendo y comiendo como si nada en memoria de una mujer terriblemente disfuncional, que jamás fue causa de alegría para nadie. ¡Dejen que se revuelque en su tumba! ¡Fue una mujer que no quería funeral!”. Carmela es el verbo puntilloso de la familia; tal cual como su hija, la ahora universitaria y rebelde Meadow.
Pero pasemos a otro punto. Ella quiere el divorciarse de su esposo, que a todas luces es un criminal reprimido, iracundo, además de serle infiel. Ve un psicólogo para recibir orientación al respecto. “Nunca podrá estar bien consigo misma y dejar de sentir los sentimientos de vergüenza y de culpa mientras sea su cómplice”, le suelta el doctor. Sin embargo, Carmela asiste al lado religioso para examinar qué le dice Dios y su corte celestial. “Debe aprender a convivir con el lado bueno de su esposo. No puede romper con el sagrado sacramento del matrimonio”, le aconseja el cura. En fin, Carmela se moverá en esta ambigüedad moral, en esta lucha entre el bien y el mal. Una búsqueda complicada.
Ralphie Chifaretto: el enfermizo gladiador
Ralphie es uno de los personajes más gravitantes y desquiciados de esta serie no sólo en esta tercera entrega, sino en las siete ediciones filmadas. Es un rebelde sin causa. Su sonrisa, más que ser un reflejo de felicidad, es la revelación de la maldad cruda. Es provocador, irónico, burlón, pesado, violento. Le gusta llamar la atención; se cree protagonista del film The Gladiator, y recita frases de memoria en el Bing y en el casino clandestino. Tony, al corriente de su temperamento, le niega el puesto de capitán. Ralphie, sintiéndose marginado, empezaría a generar discordia a espaldas del Boss. Su adición a la cocaína lo hace perder aún más la cabeza. “¡Nunca piensas, nunca respetas a los demás!”, le grita Tony en una ocasión, poniéndolo contra la pared. Pero nadie detiene su problemática personalidad. Matará a golpes a Tracy, una chica de a penas 20 años de edad, que se ganaba la vida como bailarina en el Bing. ¿No se nos antoja, de buenas a primeras, que Ralphie debe pagar por su carácter? ¿No deseamos que Tony lo desaparezca de un plumazo? Se lo piden a gritos todos sus capitanes. A la final, la marea baja, pero no lo suficiente.
Un cuervo negro en el gran día
El día tan esperado llega para Christofer Moltisanti: el juramento iniciático que lo convertirá en “un hombre hecho”, o en otras palabras, en miembro oficial de la Cosa Nostra. Una escena de gran importancia en la serie, porque no se repetirá a lo largo y ancho de su historia algo parecido: el ritual de bienvenida al negocio gansteril; pero además de eso, vemos el carácter solemne y sagrado, el peso tradicionalista y cultural que hay debajo de ese simbolismo. “Una vez que entran a esta familia no pueden salir. Esta familia ocupa el primer lugar. Significa todo. Está antes que su esposa, madre, padre, hijos. Es una cuestión de honor. Y si por desgracia pasase algo malo, nosotros los cuidaremos porque es parte de ello”, advierte Tony Soprano en el momento cumbre. “Que me queme en el infierno si traiciono a mis amigos”, enfatiza Christofer frotando una estampilla de San Miguel prendida en fuego. Sin embargo, el joven nota algo en medio del acto: un cuervo negro lo mira fijamente desde una ventanilla. ¿Qué significaba aquella imagen repentina? ¿Un mal augurio? ¿Un dictamen oscuro? Esa idea supersticiosa recorrerá toda la ruta de este personaje, llevándolo a veces a descreer de sí mismo con una fuerza tremenda.
Artie Bucco: entre la mozzarella y el antipasto
Quizás no hayan momentos más estelares en la serie como las escenas en el Vesubio’s, restaurante de comida italiana de Artie Bucco. Es un sitio de comunión, de reunión familiar. Allí no sólo se reúnen los soldados y capitanes de la familia Soprano, sino las esposas e hijos de aquellos. Es un sitio de encuentro. Artie, amigo de la infancia del Jefe, es de temperamento apacible, conversador, amable. Se enteraría, por boca de Livia Soprano, que su amigo había sido el responsable del incendio que convirtió en cenizas su negocio en la primera temporada. Pero no sólo eso pondrá alterado al chef. En el fondo de su ser, existe un combate, una tentación que lo carcome. Sencillo: asociarse con su amigo mafioso en negocios indecentes. Su esposa Charmed le advierte de los peligros que eso significa. Ella no quiere que su marido se involucre con dinero mal habido. “Si eliges a Tony sobre mí, me divorcio”, sentencia. El drama de Artie es sorprendente. Es como si un ser inofensivo e ingenuo se acerca al fuego, a la tentación, al triste final. ¿Sobrevivirá?
“Pinos áridos”: capítulo magistral
Como es costumbre en nuestros acercamientos a esta serie norteamericana, escogemos un capítulo para destacar su contenido y su pulsión dramática. En esta ocasión resalta el número 11, titulado “Pinos áridos”. Su potencia radica no sólo en la violencia con que se desatan los acontecimientos, sino por el suspenso sostenido a lo largo de los casi 50 minutos de duración. Paulie Walnuts y Christofer Moltisanti son los centros capitales de este corto. En medio de lo que era una cobranza rutinaria, la situación se complicaría mortalmente. El deudor, un ex militar ruso de nombre Valery -integrante de la mafia rusa de la cual Tony Soprano mantiene vínculos estrechos- se enfrenta a los cobradores. “Visitamos al ruso, pero tuvimos un problema. Se puso fastidioso. Me golpeó el maldito”, describe nervioso Paulie al Boss por teléfono. La solución: envolver al “paquete” en una alfombra y enterrarlo en un lugar apartado, sin dejar rastros a los federales.
Se van así a la zona boscosa del sur de Jersey. Al llegar al sitio, pareciese que la nieve y el frío del lugar nos transmitiera una sensación más que angustiante, enloquecedora. Al abrir la maleta del carro, los dos mafiosos dan con una sorpresa aterradora: el ruso aún vive. “¡Puto comunista de mierda!!”, suelta Christofer. Más de dos metros mide la víctima. En una acción rápida, Valery logra escaparse de sus ajusticiadores. Disparos. Le dan en la cabeza a unos quince metros de distancia. Sin embargo, el cadáver no aparece, ni siquiera rastros de sangre. “Ese ruso no debe volver, Paulie! ¡Maldita sea!”, le exige Tony. Solos y perdidos en el bosque, las cosas se complican. El drama crece. No hay comida. El frío llega a los tuétanos. “¿Y si está vivo? ¿Y si nos está casando afuera?”, pregunta Christofer. Se revelan discusiones. Se sueltan los miedos. Luego de pasar la noche en una camioneta abandonada, Tony los rescataría con la ayuda de Bobby Baccala. Pero, la gran incógnita seguirá suspendida. ¿Aparecerá el ruso para tomar venganza? La mirada de Tony Soprano se pierde en la espesura del bosque, expectante y misterioso.
CAM, 2010