"Let there be rock ". AC/DC. Let there be rock (1977)


Detrás del mito fundacional se vislumbra no sólo el verbo o la imagen de la verdad, sino también una visión del mundo: una explicación que intenta dar sentido a la vida y la muerte, entre tantos aspectos de la existencia humana. Al tras luz de la explicación del cosmos y de la realidad, se yergue la figura del hombre; palabra y verdad, ideología y poder, historia y cultura. Imaginemos, por un momento, el discurso bíblico; el génesis da un comienzo, un mensaje, un destino; pensemos en Moisés, cargando las tablas de los mandamientos divinos. La lista es larga sólo en la visión judeocristiana. Otra cosa para terminar con este prólogo. Para que exista el mensaje, tiene que haber un mensajero, un apóstol; de tal apóstol, un receptor, un creyente.

Al asomarnos al tema Let there be rock de la banda australiana AC/DC, una de las primeras ideas que se nos vienen a la cabeza es esta: una interpretación genealógica de lo que hoy conocemos como el rock and roll. La intención es verosímil. No es gratuito que Angus Young (líder guitarrista y principal artífice de la agrupación) y sus muchachos hayan elegido para la grabación de esta canción una iglesia cristiana en la ciudad Perth (Julio, 1977). Bon Scott, que en ese entonces era el vocalista, luce una larga sotana, y se erige desde el púlpito para brindarnos una visión creacionista del rock. Una picardía simbólica interesantísima, por cierto.

De pronto, el sermón comienza a blandirnos la conciencia: “En un principio en 1955 / el hombre no conocía el espectáculo de rock and roll / y toda esa movida / El hombre blanco tenía el sentimentalismo / El hombre negro tenia el blues / Nadie sabia lo que iban hacer / Pero Tchaikovsky dio las noticias”. El estribillo es más enfático a continuación, entonado por la voz contagiosa de Scott: “Él dijo: ‘Deja que haya sonido’ / y hubo sonido / ‘Deja que haya luz’ / y hubo luz / ‘Deja que haya batería’ / y hubo batería / ‘Deja que haya guitarra’ / y hubo guitarra”. Con el grito gregario de “¡Deja que haya rock!”, termina el apóstol llevándose las manos a la boca, conteniendo los lazos luciferinos que lo invaden.

En esta prédica, ¿quién es la deidad a la cual se le rinde el tributo de la fe en esta composición? Existe en este versiculado, si podemos decirlo así, un origen temporal: 1955. Pero lo que es más importante: hay un Omnipotente. Se trata, nada más y nada menos, que Chuck Berry (1926, Misuri), el más influyente compositor, intérprete y guitarrista de rock and roll de la historia. "Roll Over Beethoven", uno de sus hits más fabulosos de finales de 1955, es la fuente inspirativa de Let there be rock. Allí propone que el rhythm and blues junto al rock and roll sustituyan a la música clásica, pasándole por encima a Beethoven y Tchaikovsky. Jonh Lennon tiene una sentencia interesante que puede resumirnos rápidamente lo que simboliza este personaje: "Si se tratase de dar al rock and roll otro nombre, podrías llamarlo 'Chuck Berry'. Berry, pues, es el Héroe; y AC/DC, en este tema, lo que hace es exaltarlo heroicamente. Hendrix, Page, King, Halley, Richards, Lennon, Ramone, Presley se suman a una extensa lista de deudores en este sentido, todos a su maneras y formas.


Volvamos al credo entonado por Scott desde el supremo altar: “Y sucedió / que el rock and roll nació / por toda la tierra cada banda rockera / estaba desatando tormentas / El guitarrista se hizo famoso / El empresario se hizo rico / Y en cada bar había una superestrella / con piquiñas de siete años / Había quince millones de dedos / aprendiendo a tocar / Y podías oír los dedos tañendo /Y esto es lo que tenían que decir: / "Hágase la luz"/ "Sonido"/ "Batería"/ "Guitarra"/ "¡Hágase el rock!".

Enfoquémonos en el sonido a partir del 2:57 seg. Al llegar a ese punto del sermón, todo lo que había de “sagrado” –si es que lo hubo- comienza a quemarse irremediablemente. En una sola y contundente línea rítmica, AC/DC se lanza al terreno de la electricidad pura. ¿Quién no se siente movido por los portentosos riffs de los hermanos Young, además del toque de batería de Phil Rudd y del bajo de Mark Evans? El quinteto australiano en Let there be rock se asemeja a un tren que se aproxima de frente a nosotros. Montarse en él es sobrevivir; quedarse atónito, morir atropellado.

Esto se explica cuando Bon Scott, a la altura del 4:20 seg, se desprende al vació luciferino del otro credo: el vértigo, el deseo, el pecado, la droga, el alcohol, el sexo, la transgresión. Aquel salto de Scott, que despojándose de la sotana se lanza hacia la sustancia esencial del rock and roll, es la punta de lanza de AC/DC. Es la presentación de su música pecadora, desacralizada, desenfada, potente, juvenil, enérgica. ¿Quién detiene al tren electrificante? ¿Seguiremos la palabra de Chuck Berry? ¿Seguiremos haciendo el rock? Quien no haya dado ese salto hasta ahora, que lance la primera piedra.

CAM, 2010.


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