Robert Musil ante el silbido de la muerte
Al leer las notas de Robert
Musil (1880-1942) se me viene a la mente el caracter taciturno de los
aristócratas. Sujetos que nacieron dotados de un apellido poderoso y una
tradición familiar que los encamina por senderos preestablecidos. Al leerlo
damos con un individuo incómodo, exquisito y egocéntrico. La pluma lo perfila
dudoso ante su soledad y el ruido furioso de su época. La escritura de este
austríaco (El hombre sin atributos,
novela que lo hizo célebre fue publicada por primera vez en 1929) lo anota
todo, o al menos, eso es su intención. Por allí leo la apreciación de Herika
Henchoz: “Robert
Musil se había decidido a tratar su gran tema: narrar el cansancio y el proceso
de disolución de una cultura, el derrumbe de su complicado sistema de valores,
para rescatarlo desde dentro viviéndolo todo otra vez, para entenderlo y
articularlo”. Se vuelve invisible la voz
de Musil ante mis ojos; pero al perderlo encuentro sin darme cuenta el acto
rebelde de la memoria. Ir al Diario resulta un acto insurreccional. Musil fue
uno de ellos: pensador nato y multiforme.
I
Las paradojas de la vida:
quejarse del tedio, anhelar la acción. Musil va al campo de batalla como
oficial del ejército austriaco en la Primera Guerra Mundial entre 1915 y 1919. Visita
ciudades italianas como Vezzena, Orsola, Trento, Bolzano. En esa campaña
militar, Musil sirve como redactor de informes de inteligencia; también edita
los partes de guerra, entre otras cuestiones comunicacionales. En una nota
escribe: “Finales de junio. Una mosca muere: guerra mundial”. Luego con
prestancia anota: “Las batallas, los muertos, etc…, que se han producido ante
nuestras posiciones no me han causado
impresión hasta ahora”. Será en 1916 cuando el incendio que estaba esperando
aparece. Entre bombardeos y el hedor de los cadáveres, Musil escribe algo
paralizante: “La muerte es algo completamente personal. No piensas en ella,
sino que –por vez primera– la presientes”. El fraseo de Musil deja entrever los
silbidos de la muerte cercana. Buscar lo radical para sentirse inflado por una
sensación de plenitud o vértigo: allí palpita la nuez de la existencia. La
violencia de la guerra lo despierta. Ser el instinto escribiendo o muriendo.
II
Tengo este pasaje que me gusta de Musil escrito
3 de abril de 1905: “Las acciones que influyen, que cambian nuestra vida de
forma radical se producen la mayoría de las veces en una especie de incendio”.
¡Cuantas veces ese incendio aparece en nuestras vidas y ni siquiera nos damos
cuenta! El filósofo y novelista que es Musil viene dado por esa sensación
explosiva de la voluntad del hombre. Quiere sentirse vivo en medio del tedio
imperialista y la sordera racionalista de principios del siglo XX. Musil desea
encontrar la belleza. Anota para darle sentido a la vida y a la muerte. Se
afana en exprimir esos momentos que se hacen páginas. Dice: “La voluntad de
procurarme un instrumento a partir de la expresión preside el inicio de este
cuaderno”. La escritura como espejo de la voluntad, incluso más allá de la fe.
Cuestión de pasión.
Caracas,
martes 18 de noviembre de 2014.
CAM