Juan Gabriel: la belleza del desamor


Cuando mi papá llevó a la casa el disco Pensamientos del cantante mexicano Juan Gabriel yo apenas tenía 4 años. Al viejo le gustaba estar al día en el movimiento musical nacional e internacional. Era costumbre ir al rincón donde reposaban todas aquellas carátulas que para mí resultaban enigmáticas. Podía conseguir a la Dimensión Latina o a Michael Jackson, The Rolling Stones o Celia Cruz, Lionel Richie o Simón Díaz. Para entonces yo solo podía sacar los discos de su puesto y otear los gráficos de las portadas, disfrutar el olor del vinil, perderme en el brillo de las líneas circulares. Era una felicidad inexplicable. A pesar de la mezcolanza de ritmos y estilos, la colección sonora entraba en comunión los fines de semana en mi casa. Cuando mi papá abría la tapa al famoso picó, la música hacía circular el gusto musical, y por qué no, sentimental de todo el barrio.
Vuelvo a la portada del disco Pensamientos (publicado en 1986 en toda Latinoamérica). Allí se asoma el rostro de un hombre que mira desde lo angelical. El amarillo sobre el fondo blanco lo denota virginal, nostálgico, delicado, casi al borde de la santidad. Al agarrar aquella carátula, la mirada de Juan Gabriel me trasmitía una tristeza misteriosa, como venida de otro mundo. De buenas a primeras, tenía la sensación de su pose sensualista, bello, y por tanto, irreal. Aquel estilo gráfico o estético, si pudiera decirse, tomaba su razón de ser cuando empezabas a escuchar los diez tracks. Juan Gabriel, puesto por mi padre, produjo entonces el acercamiento del despecho descarnado de lo mexicano y el pop orquestal que bien supo dejar huellas en la historia musical de habla hispana. Que lo diga Rocío Durcal.

Las revelaciones sensualistas y dramáticas de la carátula, esa suavidad angelical del Juan Gabriel pintado con fino trazo amarillo, contagiaba a los escuchas en la sala de mi casa. ¿Cómo no contagiarse de las estrofas y coros de este disco? ¿Cómo superar la unión del rasgueo de guitarra a lo mariachi y el hermoso acompañamiento de chelos y violines? ¿De qué forma desprenderse de los quejidos de Pensamientos que han formado nuestro imaginario rítmico latinoamericano? Una vecina mía, ya difunta, solía cantar a gritos “Hasta que te conocí”, sencillo incluido en este disco. La poseía con alegría y fina tristeza, en medio de las cervezas y las lágrimas de aquellos años 80. Sigo creyendo que escuchar a Juan Gabriel es subir a la escala de la belleza lírica, incluso, a la exasperación trágica del desamor universal.

CAM, 2016.



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