De Macuto al Bronx: aires de esclavitud
En una oportunidad le hablé a mi papá
sobre el tema de la venta de esclavos en la colonia. Estábamos en La Guaira midiendo
alguna obra que él iba a presupuestar. Cuando pasamos por la denominada Punta
de Mulatos, en el sector de Macuto, le comenté que en ese puerto vendían negros
esclavizados como piezas de trabajo. Nunca había reparado en ese detalle mi
padre, así que se volteó con curiosidad. Pensó durante unos cinco segundos mientras conducía el carro. Y
me lanzó una mirada inquisitiva para decirme: “¿Cómo en las películas?”. Mi
respuesta lo dejó perplejo. Un total desconocimiento de la identidad africana
que recorre nuestras venas. Imagino que al pasar nuevamente por Macuto se
acordará de los detalles de la venta de esclavos. De ese comercio infernal que
nos dio sustento por cientos de años. Sustento de odios para unos y de dicha
para otros. Así es la historia: tan contradictoria, tan injusta. La
revelación del dolor que viene del pasado para tomar conciencia de la vida y la
muerte. ¿Tiene el dolor fecha de vencimiento?
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Hace como siete años leí un libro sobre
la historia de los EE UU. Para entonces era estudiante de pregrado de la
Escuela de Historia. Fue tanto el psicoterror que producía la profesora que
daba la materia que me dediqué, dos meses antes, a leer todo lo relacionado con
las raíces de los yankees. Mi mala
memoria recuerda algunas pinceladas del libro. Su portada tenía un águila bajo
un fondo rojo y la bandera tricolor y sus estrellas. Lo leí de principio a fin.
Lo disfruté, sin duda. La etapa de la guerra civil entre las provincias del sur
(esclavistas) y las del norte (abolicionistas) me llamó mucho la atención.
Tantas muertes me produjeron ruido en la cabeza. Hoy me acordé de esas lecturas
viendo la película Lincoln (2012),
dirigida por Steven Spielberg. Esta muestra los detalles de la firma de la
décima tercera enmienda (1865) donde queda abolida la esclavitud en el actual
territorio estadounidense. Lo hace Spielberg siguiendo las huellas de Abraham
Lincoln. Las actuaciones son regulares; no porque el reparto fuese de mala calidad,
sino porque el drama no requirió contundencias en los actores. Me pareció
sencilla, quizás estancada en los debates políticos entre republicanos y
demócratas. La mirada del director se centra desde la cima del poder. Por eso
me parece regular. Incluso, es una película presentida; se acerca más a un documental de History Channel que a
cualquier otra cosa. A mi papá le aburrió y se fue a su cuarto a ver su novela
de sábado por la noche. No lo convenció. Mi mamá hizo lo mismo unos minutos
después.
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Cosas que pasan sin quererlo: encontrar
relaciones entre dos películas sin saberlo al momento de comprarlas. La
esclavitud es el tema de esta noche del sábado. De Lincoln pasé a ver un film que hace meses no pude ver en el cine: Django desencadenado (2012). Tarantino
siempre sorprendiéndome. La venganza sigue siendo su tema preferido. Creo que
es la primera vez que lo hace con un tema como la esclavitud. Se ubica en 1858
para colocar a un caza recompensa y un esclavo con miras al rescate de una
mujer. Utiliza el recurso del mito europeo de Brünhilde y Sigfrido, princesa y
caballero unidos por el amor y la valentía, para vencer la opresión del dragón
asesino. La esclavitud aquí se muestra en todas sus facetas. Tarantino explota
todas las visiones de la explotación del hombre por el hombre. Se vuelca en el
dolor para hervir las pasiones. Los perros comen del negro; los blancos se
burlan y ríen. Época del asco, de la supresión de toda justicia. Lástima que
Tarantino al final le imprime mucha sangre al desenlace. ¿Cómo entender
Tarantino si no es a través de la exageración sanguinolenta? Un esclavo heroico
que termina siendo un vaquero moderno. Se voltea como Rambo, casi bailando
hip-hop del Bronx. Así es el cine. Con todo, quito la paja y me quedo con el
fondo histórico. Es una manera de acercarse a ese periodo horrible de la
historia norte americana.