Tarantino
Las últimas dos madrugadas he vuelto a ver en
el canal Ávila TV las películas Reservoir Dogs (1992) y Pulp Fiction (1994) del director Quentin Tarantino. Creo que la
violencia y el sarcasmo a esa hora resultan más irritables quizás más por el silencio
nocturno que por el insomnio. Tal vez por eso cualquier impresión de estas dos
películas podría ser aún más aventurada de lo común. El propósito de escribir
sobre estos dos films es preguntarme una cosa: ¿cuál es el poder narrativo de
Tarantino? Pienso en muchos elementos que perfectamente me darían una
respuesta. Para ello, me mantengo al margen de las innumerables críticas que
pululan en la web, opiniones de gente seria y avisada en los temas del séptimo
arte. El motivo de un diario es luchar contra esa maña de “qué se ha dicho”
sobre esto o aquello. En vez, me lanzo a divagar sobre la obra del director
norteamericano; dar un salto, pues, a todo riesgo.
Opino que Tarantino es un baluarte de la violencia. El poder del tiroteo o del golpe, contado con una ironía que causa estupor. La ironía del “fuck” pronunciada diez veces por minuto; contundencia de la oralidad del malo, del gangster. Hay más violencia en la pronunciación de las palabras, que en la sangre derramada sobre los automóviles de tapicería blanca y en las torturas de los cuerpos. La pose con que se habla; la postura con que se insulta. Esa manera con la cual los malos cuentan sus experiencias para convencer al otro que se es más iracundo. Las anécdotas, esos flashes de citas bíblicas, de sentencias que a primera vista pueden parecer inverosímiles; una tipología de la violencia cotidiana, popular, llana, racista, donde negros y blancos, amarillos y azules, parecen andar por aceras distintas. De allí que los diálogos tarantinescos sean tensos, a veces sordos: la gasolina para que estalle el problemón.
Si a esto le agregamos el método de la sorpresa, el poder de la narrativa de Tarantino toma dimensiones enormes. La forma como se cuenta la historia es ya en sí misma una provocación para jalar del gatillo. El carácter irreversible de la causa y el efecto. Donde ganadores y perdedores suelen verse en el espejo de la muerte; otros, más afortunados, pueden lograr su redención o salvación dentro de la tragedia. Los que parten, lo hacen inesperadamente; los que se caen en el pavimento, se marchan sin anestesia. El carácter imprevisto del libreto potencia las pasiones del espectador; a pesar de que los saltos temporales lastiman la costumbre facilista de estos, la misma contundencia nos mata y revive al mismo tiempo. Nos da la certeza de que viviendo la muerte a través de Tarantino, una parte de nosotros cae en la sangre para saborearla. De la violencia vivimos; del sarcasmo, también.
CAM, 2012.