John Lennon: el universo nos llama
Ayer martes 25 de diciembre la Luna y
Júpiter se alinearon para darnos unas gráficas espectaculares a los residentes de Caracas. Gracias a mi hermano,
que cuenta con un android atómico, pudimos ver la escena con claridad. Un susto
nos suele invadir cuando miramos el espacio exterior; solemos sentirnos tan
minúsculos y perdidos, tan desprotegidos y fugaces. Frente a las galaxias infinitas, el hombre retrocede con
estupor tal cual ha sucedido durante millones de años. Pienso que lo infinito genera una energía especial: el ensanchamiento
de la conciencia. Sería verosímil creer que esta misma tesis la sostuvo John
Lennon al escribir Across the universe,
canción que integra el disco “Let it be” de The Beatles.
El infinito le habló a Lennon
en la mañana de agosto de 1968, en su casa ubicada en el condado de St. Georges
Hill (a pocos kilómetros de Londres). Algo
le obligó a salirse de la cama, bajar las escaleras y anotar aquello que el
abismo le dictaba. “Era puramente inspirador y me fueron dados [los versos] como una
explosión”, refiere en una entrevista realizada en 1980. “Yo no entendía bien
el asunto, sino que llegó a través de eso. No sé de dónde venía, a cuál
distancia se encuentra, y me senté a escribirlo”. Luego refiere un elemento
interesante de esta canción, eso que sentimos cuando la escuchamos: “Es como
estar poseído, como un vidente o un médium”. Across the Universe es eso: un himno o una encíclica del movimiento
espacial, pero también el canto subyugante que busca elevarnos hacia Dios.
La poética de Lennon en esta composición
es armoniosa. Más allá de una explicación cósmica del hombre ante el espacio
sideral, busca reemplantear el caos del infinito mediante el amor. Desde la
intimidad y la meditación, el hombre es capaz de recibir y emitir ese coro que
viene desde los confines del tiempo y el espacio. “Sonidos de risas y sombras
de tierra resuman en mi vista abierta / Incitándome e invitándome / Un amor
imperecedero y sin límites brilla a mí alrededor como un millón de soles / Llamándome
y llamándome a través del universo”, dice una de las estrofas. Dios nos
participa el milagro de la vida; y esa llamada o repique, viene siendo el
testigo del amor: quizás la fuerza que pueda salvarnos de la catástrofe que el
propio ser humano se ha tendido. “Nada puede cambiar mi mundo”,
dice el coro. Certeza que reafirma la belleza que nos rodea. Sentencia que hace
fluir las energías del cosmos con nuestra finita terredad: esa fugacidad que
nos empequeñece. Cada uno de nosotros cruza el universo a su antojo; hacerlo con alegría y paz es el deber.
CAM, 2012.