La parábola de Athelstan

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Athelstan. Así se llama el sacerdote cristiano que fue secuestrado por los hombres de Ragnar Lodbrok en la costa sur de Inglaterra en algun punto del siglo 8 D.C. Ragnar, el caudillo de la invasión, le perdona la vida y se lo lleva a su país como “botín”. Los salvajes, los impíos, los nórdicos. El prisionero va enumerando los epítetos de sus captores mientras navega con rumbo desconocido. Mientras llora, el horizonte se tambalea con el oleaje conducido por Thor y Odin. De esa forma se desarrolla el personaje del sacerdote en la serie Vikingos, producida por History Channel desde el 2013. Athelstan, protagonizado por el joven actor británico George Blagden, demuestra que la condición humana tiende más a los matices que los colores homogéneos.
¿Cómo sufre el religioso al ser trasplantado a otra cultura, y por ende, con otros símbolos y condiciones morales? Cuando el destino nos cambia, radicalmente, las reglas del juego, debemos crear unas nuevas para sobrevivir. Mutar: palabra clave. Aunque también podria asomar esta: represión del yo.  No hay dioses únicos, descubre Athelstan. No hay barbarie en los vikingos, comprende. Hay razones en los sacrificios paganos, observa. Al contrario, también hay virtudes, civilización. Lo negro va asomando las tonalidades. ¿Es el juego de las transparencias el que promueve los cambios sociales? El juego trágico impone, en fin, dobleces.

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Pierre Gassendi. Sacerdote y científico francés nacido en 1592 en Provenza. Sí, usted leyó bien: “científico”. Así lo cita la enciclopedia católica en la web. Obviamos que el dogma católico no es tan restrictivo como muchos podríamos pensar. Dentro de sus naves eclesiales, sujetos como Gassendi movilizaron la “razón filosófica” con sigilo crítico.  Gassendi pasó a la historia por estudiar el materialismo científico (el atomismo, como se le conocía entonces), por revalorizar el papel de Epicuro, por combatir la escolástica refrendada por Aristóteles,  y por rivalizar con Descartes, autor de “El discurso del método”. ¿Cómo abrir su pensamiento en una época de intolerancia religiosa?
En la intimidad de su despacho, ataca con furia el aristoletismo. En el silencio, descubre las grietas de la razón católica. Esconde sus manuscritos –cinco volúmenes– que serán publicados póstumamente. Él quiso, en resumidas cuentas, darle respiro a cristianismo a través de la filosofía. Michel Onfray escribe en el tomo III de su Contrahistoria de la Filosofía. Los libertinos barrocos: “Como sacerdote, Gassendi debe ejercer su libertinismo dentro de unos márgenes estrechos; como libertino, si quiere seguir diciendo misa y administrando los sacramentos sin demasiados problemas de conciencia debe defender la fe del carbonero, sea cual sea el pecho a pagar por el filósofo…”.

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Jean Meslier. Autor francés de la obra “Memoria de los pensamientos y sentimientos de Jean Meslier”. Sacerdote católico, nacido en 1664 en Mazerny, se dio conocer por sus sermones libertinos en contra de los amos feudales en las comunidades; además, por estar amancebado, dicen las crónicas, con su sobrina. Debajo de la sotana y de la vida monacal, latía el ateo y el materialista, el blasfemo y el filósofo, aquel que por primera vez escribiría: “No hay Dios”. Su ya mencionado trabajo –también conocido como el Testamento– fue escrito durante 1719 y 1729. Si existe una fuente ejemplar que resuma la dinamita del Siglo de las Luces, es el cura Meslier. ¿Cómo vender una salvación desde el altar, si, en el fondo, es pura ficción metafísica? ¿De qué forma vivir con el tormento de decir una cosa y obrar en otra?

El “yo” asesiado del cura se llevó la respuesta a la tumba; sin embargo, su obra monumental la muestra a cabalidad. Michel Onfray se hace la misma pregunta que yo. En el tomo IV de su Contrahistoria de la filosofia. Los ultra de las luces, apunta: “¿Por qué razón no abjura en vida? Increiblemente, este Prometeo que, como escritor, mata a Dios, arrasa las religiones, incendia todas las llanuras filosóficas, abate las fortalezas políticas… confiesa llanamente sus razones: no hacer sufrir a sus parientes, a los suyos, a sus amigos más cercanos…Y luego, con prudencia, agrega: y también para evitar disgustos inherentes a una retractación pública. El cura quería, en sus propias palabras, , aunque fuese a costa de ese doble juego -de esa doble identidad- que tan magníficamente ilustra la lógica libertina”.

CAM, 2017.

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