Canetti: el miedo de los poderosos
El poder que mueve la humanidad es el miedo a la muerte. Esta
simple ecuación proyecta la vida como un acto de constante lucha contra lo que
resulte potencialmente amenazante. Yo me alejo de la oscuridad. Usted construye
muros para protegerse del ladrón. Esa distancia que colocamos entre nosotros y
aquellos es parte del miedo que funciona como muralla. Si mantengo distancia,
sobrevivo. Apartarse, mantener alejado el peligro. No dejarse tocar, no dejarse
agarrar.
Lo más sustancioso de la postura de Elías Canetti en su obra
Masa y Poder (1960) es que configura
una arqueología de este miedo “a lo desconocido”. Su visión propone estudiar el
miedo como si se tratase de un viaje a las cavernas. La argumentación es
erudita, pero sin la bruma ni las distancias del método; al contrario, es un
ensayo que introduce al lector en la propia formación del poder: narración
omnipresente que no deja escapar nada. Los dedos y las manos, los dientes y la
boca, el morder y el tragar, bases fundamentales de ese temor al contacto –ser
digerido por la fiera, ser sometido hasta morir– se convierte en las raíces
poderosas que separan la vida de la muerte. “Solo inmerso en la masa puede el
hombre redimirse de este temor al contacto. Se trata de la única situación en
la que este temor se convierte en su contrario”, escribe en las primeras líneas
de esta obra. Esa es la raíz de las masas modernas que todos conocemos.
El miedo se esfuma una vez que mi cuerpo se une con el de
otros. Se igualan, ya no hay distancias, ni jerarquías, ni sexos, ni colores. Cuando
esta unión ocurre, la masa contagia a otros sumando rápidamente adeptos; además
de eso, el movimiento tiene una meta: la consecución de un deseo común. Esta
manera de entender cómo se diluye el miedo en la masa, supone la liberación del
temor. Canetti no acude aquí a etiquetas historicistas. Solo dice, en términos
medulares, lo que ocurre en las praderas del Serengueti o en algún estadio de futbol de argentina. La
masa no es vista, en fin, desde posiciones maniqueas. El miedo nunca deja ser
el mismo; la muerte, tampoco.
Violencia necesaria
A mediados de 1812, el Congreso de Venezuela erigió toda una
legislación penal que reglamentaba todas las deserciones y sus castigos. En
ella se contemplaban desde azotes, presidio y hasta la ejecución. El Ejecutivo
publicaría el 16 de abril de 1812, en momentos en que la República independiente se enfrentaba al
enemigo realista avivado por el terremoto, el decreto contra los traidores,
facinerosos y desafectos a nuestro gobierno.
Allí se “reclama un remedio activo y violento (…) pero tan
terrible, que haga temblar hasta en los últimos confines de la federación de
Venezuela”. Veamos el tono pavoroso del mismo: “9. los delitos que el gobierno
se propone a castigar de este modo riguroso y terrible son, primero: los de
aquellas personas que tratan de formar partido contra nuestro sistema, con
obras, atacándonos directamente o prestando auxilio a nuestros enemigos, o con
palabras, seduciendo las gentes incautas, animándolas para que se reúnan contra
nosotros o se pasen al enemigo, o lo reciban con gusto, en caso que él
presente. Los que incurran en este crimen serán pasados por las armas”.
Es famoso el revuelo que generó la ley marcial impulsada por
el generalísimo francisco de miranda el 19 de junio de 1812 en la clase criolla.
Mediante dicha ley se obligaba a todos “los hombres libres de tomar las armas”
y se aprobaba la conscripción de los esclavos para combatir, desde los quince
años hasta los cincuenta y cinco, con iguales cargas punitivas para los
conspiradores. A pesar de que se había venido fusilando, descuartizando y
exponiendo los cuerpos en los sitios de la capital, la oposición al gobierno
mirandino abolió desde el congreso las medidas draconianas en enero de 1812;
“piadosa doctrina”, según simón bolívar, que llevaría a la derrota a la Primera
República.
El miedo de los
poderosos
Quien sostiene el poder, sostiene también el miedo que nace
en su cúspide. El miedo se cultiva conforme se emiten las órdenes. La
obediencia no es eterna en el círculo que rodea al poderoso. Elías Canetti en Masa y Poder analiza algo bastante
interesante en este sentido: ¿por qué el rey o el ejecutivo tiembla, si tiene a
su disposición las fuerzas para mantenerse intacto en la cima? Para el historiador,
este fenómeno vislumbra una lectura distinta de los resortes del poder
político. Conocer estas imbricaciones revela la paranoia del poderoso y de su
círculo más privado.
Quien usufructúa el poder, posee el miedo de ser cercado. Cualquier
acercamiento es hostil, de allí las medidas de seguridad y la utilización del
secreto. También sabe que su posesión no es eterna. Esa limitación lo vuelve
más violento y alimenta más su paranoia. No podemos dejar de nombrar este
asunto: en el momento en que el poderoso deja de tener potestad sobre la
muerte, sabe que su autoridad está cuestionada. Escribe Canetti: “el
sentimiento de ese peligro está siempre vivo en el poderoso. Ulteriormente, al
hablar de la naturaleza de la orden, se verá que sus temores tienen que aumentar
cuantas más órdenes suyas hayan sido ejecutadas. Solo puede aquietar sus dudas
dando un ejemplo. Dispondrá una ejecución capital por sí misma, sin que importe
demasiado la culpa de la víctima. Necesitará cada tanto ejecuciones de esta
índole, tanto más cuanto más aumenten sus dudas. Los más seguros, es decir los
más perfectos de sus súbditos, son los que han ido a la muerte por él”.
Existe el miedo a dar órdenes. Canetti lo prefigura como
aquella sensación incierta que sufren aquellos que emiten la orden por
iniciativa propia, aquellos “que no las reciben de nadie”. Los amenazados
pueden revelarse, porque entre otras cosas, alguno de ellos puede no acatar la orden.
La vida a veces persiste ante la muerte, creo yo; existe la posibilidad de la
memoria y de la venganza. Esa posibilidad hace de este miedo granítico un drama
para aquellos que ejecutantes del poder, sobre todo “en los más encumbrados”. El
miedo detrás de la puerta.
Publicado en: Papel Literario. El Nacional. Viernes, 6 de mayo de 2016.
CAM.