"Sin lugar para los débiles". Hermanos Coen. (2007)


Cuando la fatalidad rige lo visible y lo invisible, no hay poder humano que lo detenga. Que lo digan los mitos antiguos que nos anteceden. El hombre parece estar siempre luchando contra esos fantasmas irrevocables. Somos la presa. Más en estos tiempos donde las máquinas parecen tomarnos como rehenes, cada vez más alineados con el fin de nuestra propia existencia. Fatalidad que no se frena ante nada, mucho menos frente a la justicia. En esto último vamos a detenernos. Respiremos. Y hundamos el botón de los acontecimientos.

“Este país es muy duro con la gente. No puedes evitarlo. No están para servirte. Eso es vanidad”, sentencia el retirado sheriff, uno de esos que hacía justicia en algún recóndito pueblo de Texas. Uno de esos polizontes rudos, ojos resecos, piel de lagarto, estéril. Si repasamos bien esta sentencia, encontramos el quid de la extraordinaria película de los hermanos Joel & Ethan Coen: Sin lugar para los débiles (2007). Aquel que peque de débil, no sólo muere ineluctablemente, sino algo mucho peor si lo vemos desde el punto de vista colectivo: la derrota del hombre ante la rueda de este tiempo endemoniado y azaroso.

La droga y el dinero: ingredientes inflamables que mueven frenéticamente las sociedades contemporáneas, entre tantos otros. Lo demás entra en acción en el drama, solo que colocado tan magistralmente en cada línea de la película, que resulta avasallante. Por un lado, el herrero mañoso (Josh Brolin) que vive en un trailer con su joven esposa, camisa a cuadros, sombrero y escopeta en el hombro, amante del desierto; por el otro, un asesino en serie (Javier Bardem), fantasmal, frío, mirada aterradora que a distancia paraliza a su víctima. Ambos se entrecruzan ora con los contrabandistas mexicanos, ora con la patrulla del viejo sheriff.

Sobre el arrugado sheriff (Tommy Lee Jones) recae todo el peso dramático del film. No puede evitar que los dientes fatales devoren la explanada. Su revólver se desmorona. Cae la placa. Los tiempos cambian. La justicia parece vanidad, esa que su colega en silla de rueda la restriega en la cara. Es un polizón derrotado. Otro débil de la cadena que vive para sufrir el sórdido paisaje de la vida. Al menos él vive, por ahora.

CAM, 2011




Entradas populares