Pearl Jam. (Pearl Jam). J Records and Sony & BMG. 2006.



I. Pearl Jam: Una luz intensa más allá del grunge…

Cualquier generación que quisiera elegir a Kurt
o a mí como su portavoz, esa generación debe
estar realmente jodida

Eddie Vedder
Con toda esa fama, nuestras cabezas iban
a explotar como uvas

Eddie Vedder
El grunge ha muerto
Kurt Cobain


Nada más interesante resulta revisar lo que significó en su momento –a comienzos de la década los noventa- el movimiento musical grunge. Imaginemos, por un instante, a la sociedad norteamericana hundida en el desconsuelo moral y filosófico, a una juventud sin destino firme y en donde el concepto familiar estaba haciendo añicos tanto el afecto humano como a la unión de padre y madre: unión clave donde se erige el futuro de un país, de una Nación… Imaginemos este caldo de cultivo que como una ola irrefutable se venía gestando en los gethos, en las comunas, en las barriadas, en cada ciudad norteamericana enfrentándose, cara a cara, a la ilusoria idea del american dream.

Depresión, drogas, desgarramiento, dolor, desesperanza, mutilación espiritual, suicidio, muerte: en estas palabras se describiría el panorama insano del joven norteamericano de comienzos de los noventa. Era inminente una explosión: tarde o temprano, la juventud –motor imprescindible de una sociedad, ya lo decía Octavio Paz- buscaría la forma de gritar a los cuatro vientos su disconformidad. Y como la música y el ritmo siempre le han servido al hombre para entonar sus cantos de lucha, nace así en los previos de Seatle -de sus cielos oscuros, con sus fábricas, sus calles gélidas y sus gentes con chamarras desaliñadas- el movimiento grunge, tendencia musical que cambiaría la historia del rock mundial para bien o para mal…

Ya conocemos la historia, y parte de ella se la lleva el insuperable y mártir de este movimiento: Kurt Cobain. Iconoclasta por excelencia del grunge y líder de la banda Nirvana, Cobain representaría el Dios y el profeta, el elegido y salvador de las multitudes descarriladas; sus letras de desgarramiento, de soledad y desesperación atraerían la identidad inmediata de un público insaciable, que como hormigas se acercaban a aquel fenómeno abismal. Si Nirvana había nacido en 1990 en los previos de Seatle, no pasarían pocos meses para que el movimiento se diseminara como candela por todo el país. Nevermind, (1991) su primer disco, vendería 10 millones de copias tanto norteamericanas como del mundo y desplazaría a cantantes pop de las carteleras musicales más importantes del país.

Sin embargo, otras bandas oriundas de Seatle, con estilo parecido y con el mismo propósito –no respondiendo a un plan establecido, claro está, pero sí como un fenómeno instantáneo típico que se dan en espacios reducidos unidos por la música- estaban saliendo a elevar sus cantos existencialistas y aguerridos: Sound Garden, Alice in Chains, Stone Temple Pilots, Tad, Mudhoney, entre muchas otras. Pero, había una de ellas, que estaba llamando muchísimo la atención tanto por su profundidad musical como por sus letras y actitudes en tarima.

Eran cinco los integrantes, y su vocalista, hijo único de padres separados, amante de la poesía y surfista empedernido, llevaría la batuta desde el comienzo: iracundo y decidido desde el primer momento. Su primer disco titulado Ten (1991), editado 27 días después del Nevermind de Cobain y compañía, causó un impacto brutal en la masa juvenil; Jeremy, uno de los sencillos capitales del disco Ten, aglomeró en un solo intento el sentimiento juvenil de una generación desagarrada; tal vez no se conozca una letra más oscura como la de Jeremy en la historia del rock. De manera que a Nirvana le saldría competencia, y de nada valía la ira de Cobain, cabello desgreñado y ojos de furia al respecto: “Ojala que ese puto de Eddie Vedder se muera”. Se refería, entonces, a Pearl Jam, para muchos críticos la única banda sobreviviente hasta hoy día del movimiento grunge norteamericano.

Eregida la lucha entre ambas bandas –no en términos despectivos ni malintencionados, sino más bien por el predominio de su música en la masa de jóvenes, y en el mercado musical- Nirvana y Pearl Jam, ambas unidas sin proponérselos por un solo sentimiento, escenificarían una verdadera revolución musical. Rescatando los ideales del punk clásico –The Ramones y The Who, Sex Pistols y The Pixies- ambas recobrarían la responsabilidad de llamar la atención del sistema de valores norteamericano y punzar radicalmente con sus alaridos la realidad angustiante de entonces.

Aquí nos rapta la mente algunas interrogantes interesantes: ¿Cómo vivieron, tanto Nirvana como Pearl Jam, la fama atroz de su música? ¿Qué precio pagarían por la estampida brutal de sus letras en cada uno de sus fans? ¿De qué manera se evidenciaba la relación artista-fans-mercado? ¿Hasta qué punto se era fiel a la música y no al mercado? Una lista de preguntas nos salen al paso, pero tal vez sean estas las más inspiradoras a la hora de saber la verdad de aquel grunge monstruoso que brotaba de Seatle.

Traemos a colación una frase de Eddie Vedder que contestaría en parte esta sarta de preguntas; no deja de ser ruda y áspera al leerla, pero se nota la sinceridad de un músico más que responsable: “Cuando entenderá la gente el simple hecho de que no es el éxito lo que representa un problema. Es un honor que la gente ame tu música, compre tus discos y vea tus recitales. El problema viene cuando mucha de esa gente empieza a pensar que puedes cambiar sus vidas, o salvarlas o lo que sea y crean esas malditas expectativas imposibles que al final terminan destruyéndote. Si eso es el éxito, que se cague. Yo me voy de acá”. Con esta sentencia, se hace patente un hecho capital: el precio de la fama cuando no se está preparado para ella. Y es que tanto Cobain y Vedder se vieron empujados a cumplir un rol para el cual no estaban preparados: en primer lugar, conducir espiritualmente a una juventud carcomida por el desconsuelo; y en segundo lugar, para cumplir con un mercado indiscriminado, donde la cadena MTV era el punto más referencial y masivo, sin olvidar claro está las casas disqueras de dientes filosos y nada estimables…


Personas normales, cantando sobre problemas vitales; músicos armados de letras y instrumentos hablando de sus situaciones familiares, proyectando sus salidas y sus ferocidades; artistas entregados al ritmo original de sus espíritus, acostumbrados a no ser conocidos ni escuchados más allá de sus garajes oscuros… ¿Cómo comprender la fama atroz si partimos de este hecho? ¿Cómo enfrentarse al éxito comercial? La respuesta está en la música. La fama era algo completamente ajeno a ellos. Había que ser fiel a la música: se temía ser devorado por la industria y por las presiones masivas de fanáticos. Se temía ser desarraigado. La salida era retirarse: no querer ser portavoz ni líder de nadie. ¿Sacrificarse y forzar la música para tan sólo dar de comer al mercado y echar al olvido el ritmo comprometido? No era posible. De modo que las cosas cambiarían, siguiendo esta secuencia necesaria, el 5 de abril de 1994: encuentran el cadáver de Kurt Cobain muerto de un disparo en la cabeza. Era la sentencia definitiva, era el mártir de una generación. Más allá de la muerte, Cobain se llevaba con él la viabilidad del grunge visto desde las esferas del mainstream ambicioso. Necesario era ver las cosas con claridad. Visto en el espejo trágico del líder de Nirvana, Pearl Jam asoma la salida antes de que sea demasiado tarde. Así responde Vedder cuando se le pregunta sobre la relegación hacia la fama: “…Y que eso no era necesariamente bueno {se refiere a la fama}. Créeme, no soy de los que se preocupan mucho por lo que la gente piense y por eso no creo que tenga que disculparme por lo que dije. La gente sí perdió sus vidas, Kurt sí encontró difícil seguir. Quizás por eso no me molesta ser un sobreviviente del grunge”.

Partiendo de esta frase de Vedder, abrimos este compás: “Es fantástico poder hacer la maleta y escaparse. No había otra salida. Sería el fin del grupo si no fuera por estas cosas”. Como vemos, la huida se planteó como salida. Ahora se planteaba retomar las raíces clásicas del rock and roll clásico de la mano del maestro Niel Young, acompañándolo en su gira de 1995 titulada Mirror Ball. Por si fuera poco y unido al vuelco de imagen y musical, Pearl Jam tomaba posición férrea en distintos tópicos políticos, sociales y ecológicos dentro de la comunidad norteamericana. No fue sino hasta el año de 1998, con la publicación de su disco Yield que Pearl Jam decide regresar a tocar en conciertos, aparecer en pantalla y filmar videos: el alejamiento había calmado la desesperación. Tal vez los discos anteriores de Yield no fueron asumidos por los fans de la misma manera que sus dos primeros discos, sino más bien vendieron un número de copias muy inferior. Sin embargo, bien valió la pena.


Si miramos en retropesctiva los cambios que asumió la banda, se nos dibuja una parábola lo suficientemente estable como para afirmar que Pearl Jam dejó los viejos ideales del grunge oscuro de Seatle. Luego de su escalada en el corazón de sus fans a nivel mundial por más de 16 años y su consolidación como una verdadera banda de culto –al estilo de The Ramones, The Rolling Stones o Jimy Hendrix- sus integrantes han comprendido que en la música para ser fiel a sí mismo, se evoluciona. No a las letras oscuras con fines de buscar el enojo por tan sólo buscarlo, no a entablar la rebeldía por el mero hecho de practicarla, sino más bien lo contrario: practicarlas ambas pero sabiendo que se vive después de ella, que por encima de la música sólo está la mano amiga del que te escucha, del compromiso social y político que te ata como ciudadano. No una rebeldía sin causa aparente y quedarse en el enojo simple, sin salida, sino más bien una rebeldía comprometida con cada letra compuesta, con cada riffs, con cada alarido. “Se lo que se supone no ser escuchado, y si puedo levantar mi mano y hablar en nombre de algunas de esas personas que no tienen una voz en este momento, entonces lo siento casi como una responsabilidad”, dice el profeta Vedder.

Como líder de toda una generación, Eddie Vedder encarna así el vuelco de Pearl Jam hacia sí mismo, buscando el camino de su esencia originaria: motivo principal de nuestro ensayo. Por momento basta agregar que, como líder de toda una generación sufrida por la tragicidad, Vedder se asemeja como un luchador al típico estilo de Bob Dylan o de un Jonh Lennon. No podía ser mejor el parecido: Dylan como líder de la década del 60, pero abandonando las raíces Folk para tomar la guitarra eléctrica para sus denuncias de la sociedad de entonces; Vedder como líder de la generación del 90, abandonando las raíces del grunge para retomar la senda del clasicismo, de ese rok and roll tan valioso, a veces punk, a veces blues, a veces metal; Dylan y Vedder unidos tanto por el compromiso social de su época y por la asunción del cambio musical para seguir vivos, reinventándose, mutándose para no claudicar. Tal vez en la actualidad no haya una banda tan consolidada por lo que significa todos estos planteamientos como Pearl Jam. Han demostrado que están allí dispuestos a todo, y que lograron ver aquella luz más allá del lúgubre Seatle, que su música está más viva y sólida que nunca… Pearl Jam como todo un clásico del rock mundial, caminando por senderos firmes, siendo sinceros y rebeldes, respirando más allá del grunge. Rotas las ataduras, dejadas atrás las etiquetas, viven por sí mismos: pioneros más allá del túnel…

2. Pearl Jam. (Pearl Jam). J Records and Sony & BMG. 2006.

No más mañanas enfadadas
No más tardes intentando
este sueño americano
que estoy dejando de creer

Gone
El mundo espera justo al final de las escaleras
Deja el dolor para otro
Nada queda atrás para que lo encuentres
¿O eras tú, quien dejaste atrás?

Life Wasted

Después de cuatro años fuera de las discotiendas y del panorama mundial, Pearl Jam regresa a posesionarse solidamente en el mercado del 2006. Siendo su octavo trabajo de estudio, este disco generó una expectativa tremenda en el movimiento del rock mundial. Muchos eran los rumores acerca de la agrupación liderizada por Eddie Vedder (Vocalista y guitarra), Stone Gossard (Guitarra), Mike McCready (Guitarra) Jeff Ament (Bajo) y Matt Cameron (Batería y coros). Lo cierto era que el 2 de Mayo del año pasado, el disco llegaba a las tiendas con dos sendos sencillos promocionales: Life Wasted y World Wide Suicide. En cuestión de dos semanas, World Wide Suicide obtuvo el primer puesto en la lista de Billboard y el número dos en la lista de Mainstreem Rock.

Olvidando aquella idea de negarse salir en cámaras para promocionarse en los medios de comunicación, los miembros de la banda accederían de manera inteligente a tocar en tres famosos programas entre los meses de mayo y julio, inclusive días antes de salir el disco oficialmente; también concederían el lanzamiento mundial de su sencillo World Wide Suicide gratuitamente a través de su página web oficial. Visitarían así el programa Saturday Night Live, el The Late Show con David Letterman y en el Storytellers de Vh1. De esta manera usaban la plataforma televisiva como plataforma pública, cosa que no hacían desde el lejano año de 1994. Eddie Vedder además aparecería en la portada de Junio de 2006 para la revista Rolling Stone, como parte de una reseña incluida en la revista sobre la vida personal de Vedder, incluyendo su nuevo estilo de vida como padre, y su relación con otros artistas del rock, incluyendo Johny Ramone, Bruce Springsteen, y Kurt Cobain.

En una extensa y detallada entrevista realizada por el periodista Brian Hiatt, titulada La gran revancha de Pearl Jam, Vedder toma posición acerca del nuevo trabajo discográfico: “Siento que estábamos entregando nuestra tarea a tiempo y que nos sacábamos sobresaliente, pero en realidad no levantábamos la mano en clase ni decíamos lo que pensábamos. En este disco decimos lo que pensamos frente a toda la clase”. En efecto, en esta cita se resume la idea del disco: un canto generador de discordia, un canto reflexivo de la realidad americana, un canto que se mete en los tejidos más profundos del ser humano. Decir lo que nunca habían dicho, tomar la palabra y ejecutarla con todo su sentido de denuncia, en fin, es el núcleo central del disco. Era la revancha, sin duda, o la consolidación de una banda que pasa ahora a pertenecer a los clásicos del rock mundial. “Es fácilmente lo mejor que hemos hecho hasta ahora y también lo más fuerte. Es muy agresivo... es como el producto de lo que es ser un norteamericano en estos días. Es bastante agresivo, especialmente cuando lo pones a todo volumen", dice el guitarrista Stone Gossard.

Se percibe indudablemente la evolución musical de Pearl Jam. Nadie escapa al impacto de este disco que como ola avasallante se posesiona de sus fans y de la crítica musical. Y lo han demostrado de nuevo: más de 16 años haciendo música, únicos sobrevivientes hasta la fecha del grunge. Son sobrevivientes, sin duda; y así mismo sus integrantes lo aceptan. Es necesario traer aquí cómo responde Eddie Vedder cuando se le pregunta por ese “ser sobreviviente”, de esa etiqueta que no cesa de señalarlos. Veamos: “No sé si me gusta ser etiquetado, pero ésa es una definición que podemos cargar con orgullo. Nuestros instintos iniciales, en 1993, ó 1994, cuando las cosas se volvían como un huracán en términos de popularidad, en nuestras cabezas ya estaba la idea de sobrevivir. Estaba en nuestra música, en nuestra actitud. Chris (Cornell, de Soundgarden), Kurt (Cobain, de Nirvana) también tenían eso: la idea de salir bien de todo esto, de la fama que se venía, de impedir que comercializaran tu alma. Mirando hacia atrás, creo que no había nada en la cumbre de la montaña que nos hiciera tener ganas de quedarnos allá. De hecho, estaba vacío por ahí (ríe). Lo único positivo de haber llegado tan rápido arriba, fue que vimos que no era para nosotros. Y encontramos un lugar más cómodo, más abajo en la montaña. Ahí trabajamos hoy”.


A tal respuesta se le une la franqueza total de la banda hoy día. Trabajar en la parte baja de la montaña –como bien dice Vedder-, en la tranquilidad que te ofrece la humildad y el trabajo fiel a la música, hace que Pearl Jam demuestre cada vez más su rango de banda clásica frente a los nuevos tiempos. Al parecer no han pasado los años: la misma energía, los mismos brincos abismales, la misma aptitud de sus primeros años…Se ve en el disco, además, la perfecta armoniosidad del duo Gossard-McCready (los dos guitarristas principales de la banda), los cuales suenan totalmente inseparables, se complementan perfectamente, y juegan con sus guitarras en cada una de las canciones, mostrándole al mundo el entendimiento que han logrado tras 16 años de carrera conjunta. Ni hablar de la ejecución del duo Ament-Cameron (bajo y batería respectivamente); entre estos dos le dan solidez brutal a la ejecución grave del ritmo jamiano. Y Vedder, siempre su voz nos ilumina, con una rabiosidad digerida, sin sospechas, sin dobleces: más maduro que nunca con el micrófono.

Evolución significa dar sentido a las exigencias que de sí mismo salen como normas existenciales... ¿Qué hacen en este disco si no esto, un constante cambio y búsqueda de su anhelado discurso rítmico? En cada uno de los 13 temas se hace patente una vitalidad pulsante, un rejuvenecimiento musical. Experimentación, caminos que se bifurcan: heavy, grunge, punk, blues... Entre ellos se van turneando, sin peleas ni choques, sino más bien en un agrado convincente, vital. Un rock and roll incandescente que parece piedra, un rock que nos asalta de su estridencia pero que también nos acaricia el alma. No hace falta establecer que, a estas alturas, con este octavo disco, Pearl Jam se estable como una de las grandes bandas de la historia del rock mundial, una sólida institución al clásico estilo de los Rolling Stone, The Who, The Doors, o por qué no, de U2. Pearl Jam que evoluciona y que madura, y que con cada paso dado, se consolidan sin darle la espalda a su realidad inmediata, porque son ante todo, ciudadanos. Y aquí algo importante: maduración de su poder mediático, maduración de sus mensajes, rectificación de sus procedimientos frente al sistema norteamericano y a los problemas del planeta. No más un Pearl Jam aferrándose puertas adentro, sino más bien aliados con los desposeídos, alineándose con el común y brindando su poder de convocatoria para servir de llama luchadora, siempre latente. “No quiero ser un líder. No quiero ser un político. Pero si la gente me llama, voy a estar ahí.”, dice Eddie Vedder.

Pero es necesario analizar aquí el disco en sí, antes de pasar a cualquier otra cosa. Tal vez no exista algo que explique la esencia de un trabajo musical que su arte expresado en la carátula, en su librillo, en sus fotografías e ilustraciones. Y es que este disco proyecta todo un caudal de energía arrasadora desde la portada; un aguacate cortado transversalmente al fondo de un océano azul deja mucho que desear: creo que se busca lo vegetal, lo primigenio, lo gutural de la naturaleza.

Cuando se abre el disco – en especie de abanico cuadricular- y sacamos el disco para ver el fondo del encuadre, se nos aparece retratado los cinco integrantes de la banda; en forma piramidal, los rostros lucen como cadáveres recién sacados de las profundidades de la tierra, con residuos de moluscos y huesos antiguos pegados a los ojos y a las cabezas rapadas; y lo más llamativo es el color rojo pastoso, un rojo de sangre primigenia que salpica los rostros y hunde a los rostros en un descanso sepulcral… pero sólo uno de ellos tiene los ojos abiertos, como un rebelde que sobrepasa la muerte: Eddie Vedder.

Pasando al librillo, se nos dibuja una corteza marrón cocida, dándonos a entender que tenemos en nuestras manos a un organismo semejante de la era del pleistoceno, un molusco o algún crustáceo prehistórico. Al abrirlo, entran a nuestros sentidos imágenes arcaicas, sólidamente arcaicas y agrestes. No se le puede hallar sentido de un solo jalón, ya que fueron hechas con la idea de que se les encuentre más de un significado, algún mensaje subliminal. Heridas en el suelo sangrante con ojos de un ser humano; un ojo que sobrevive al oscuro negro del abismo; labios carcomidos por fieras termitas y gusanos; narices y pómulos respirando por encima de lava hirviente; cejas como alimento de una gran hormiga; una cabellera que sobrevive a un entierro incompleto; una quijada desfigurada; tierra, barro, hojas, lluvia, lava, fuego, en fin, una galería de sensaciones toscas que muestran que el canto y los alaridos de Pearl Jam salen de las profundidades de la existencia humana, un reclamo que responde a una visceralidad original, donde muerte y vida y sus matices se dan por completo.

¿Qué esperar, entonces, de las letras contenidas en este gran disco? Hacen patente un reclamo sustancial a nuestros sentidos; al escuchar cada tema es imposible dejar de meditar y pensar con sus mensajes; acción y reacción del foco rebelde: cambia el escucha –yo, tú, él, todos nosotros- su parecer no por mero convencimiento, sino más bien por una meditación profunda que a la vez te rapta -por su ritmo rudo y desenfadado- hacia niveles de lucidez magníficos. Pearl Jam está aquí para cambiarnos, para hacernos replantear la realidad de falsedades, de placeres, y hasta de sueños… Son la aguja que rompe el absoluto silencio, la válvula de escape, el ruido discordante que interrumpe la trayectoria de la realidad. Justificable es su canto: compromiso con su sociedad norteamericana –su realidad concreta como la plantea el filósofo Leopoldo Zea- y con la realidad humana de todo el planeta.

Life Wasted, el sencillo que sube el telón del disco, reluce por el brillo de las guitarras desde el comienzo. Tal vez con Life Wasted, World Wide Suicide y Comatose se levanta la trilogía de los temas más pesados. Life Wasted por su parte habla de la necesidad de vivir cada segundo, cada gota de vida, antes de ser demasiado tarde. Solo veamos la primera estrofa: “Siempre dices que te pasa algo... /estoy empezando a creer que es tu plan desde el principio.../La muerte se acerca, forzándonos a oír su canción.../y sabe que mañana no podrá contar con ello”. Inspirado en la muerte de su amigo Johnny Ramone el 15 de septiembre de 2004, líder de la agrupación The Ramones. Recuerda el funeral de su amigo: “…allí te das cuenta de que esto es un don, estar vivo. Cuando te vas de ese funeral, tienes una percepción renovada de la vida. Y yo creo que ese sentimiento puede durar todo el día, toda la semana, pero luego las cosas vuelven a la normalidad y comienzas a tomar el hecho de vivir, de respirar y de comer, por sentado. Yo creo que esa canción está ahí para recordar ese sentimiento”, dice Vedder.



World Wide Suicide es un tema revelador. En los tres minutos y veinte y nueve segundos podemos escuchar tres guitarras afiladas desde el comienzo, una base rítmica muy bien ejecutada y la voz del profeta que nunca cesa. Dedicada a la catástrofe de la Guerra de Irak y sus afines mortales, Pearl Jam impone su denuncia: “Medallas sobre una capa de madera (ataúd), al lado de una cara bonita /que el presidente dio por hecho/firmando cheques que otros pagan/ y en esta locura, mi pensamiento se vuelve insensible y superficial/ mucho de lo que hablar, nada a favor que decir”. Se puede ver el humo y las llamas; las balas y las bombas: Word Wide Suicide es un canto tan revelador que causa rabia, enfado. Ni hablar de su formidable video donde un malabarista juega con el planeta donde tú y yo convivimos... “El mundo entero...mundo acabado /es un suicidio mundial”, dice el coro.

En Comatose el ritmo parece elevarse aún más. Las guitarras de Mike McCready y Stone Gossard repiten sus mismos solos con una fuerza magistral, dándole a sus riffs el toque clásico del punk: distorsión, potencia rabiosa. No queda tiempo para respirar en este tema: te mantiene saltando sus dos minutos con diecinueve segundos. La voz de Vedder me recuerda por momentos a la de Do the Evolution, por su rasgadura gutural. Veamos parte de la letra: “Considérame un objeto / Ponme en vacío/ Libre de toda condición./ Libre de aire y fricción /Yeah, estaré colgado boca abajo / Y allí nadare/ Para toda la eternidad./ Siéntelo levantarse,…/ Yeah, en la siguiente parada caerá/ Siéntelo levantarse,… /comatoso, sin miedo de caer”.

Una de las canciones más hermosas del disco es Marker in the sand. Es irresistible no dejar escucharla por su melodiosidad y su extrema fuerza: equilibrio que constantemente en el disco va a pulsar de principio a fin. Su letra es todo un poema luminoso: “Hay una señal /Nadie la ve porque la arena/ha cubierto todos los mensajes que contenía/malinterpretando, lo que realmente decía, /Y fuera expandiéndose, con fe, pero no con amor”. ¿No notan como cada acorde colabora perfectamente en la trayectoria rítmica? Y a la altura del minuto 2:10 la batería de Jeff Cameron se hace una avalancha, y el alarido de Vedder resplandece con un “ehhhhrrr” que saca de las entrañas. Veamos el coro central: “Con el vivir dejar lo que es vivir amar/así imperdonable, pero necesitando el perdón primero”. Se viene la descarga final. La batería se hace avalancha. “What do you say… God, what do you say?”, se repite cuatro veces. La voz pide clemencia en un “arrhhhh” gutural y se finaliza la profecía perfecta…

Gone es una joya de tema. Nos ofrece una escalada rítmica que va desde la suave melodía hasta el desquicio melancólico al final. Aquí vemos a un Vedder decidido a irse por una ruta que sólo él conoce y que con su fe solo puede ir descubriendo: un tunel largo y oscuro, en el cual una llama de esperanza se ve del otro lado, la única llama posible. “No mas mañanas enfadadas/No mas tardes intentando/Este sueño americano/Que yo estoy dejando de creer”, dice la primera estrofa. La voz se va haciendo más aguda, desfilando lentamente con la ayuda de las guitarras afiladas… El estribillo y el coro hacen patente esta ida definitiva: “Parece que una pregunta se está formando/Y la respuesta esta lejos/Seré lo que lo que pueda ser/ una vez salga de esta ciudad. /Las luces de esta ciudad /han perdido todo el sentimiento/Las voy a dejar todas detrás de mi /Porque esta vez…”. Y aquí viene el coro lastimante que se repite una y otra vez con la compañía de las guitarras de McCready y Gossard: “Me voy… /Me voy lejos/Esta vez lo voy a dejar irse todo/Porque esta vez me voy”.

Cuando llegamos a Army Reserve se nos sale al paso un reclamo estupendo. Hace patente todo el dolor que tanto la figura del padre y de la madre sienten por sus hijos muertos en la Guerra de Irak. ¿Qué significa perder a un hijo por las balas que otros ponen? El vacío en la mesa, el vacío total en el hogar… ¿Cómo soportarlo? En este tema Vedder lo explica muy bien, de manera descarnada: “Cuanto tiene que estar de pie/ Antes de que el suelo, le ceda paso/A una caída interminable/Ella puede sentir/Esta guerra en su cara/Empieza en su almohada/Doblándose en la oscuridad/ Comienzo para los tugurios”. No ya con tanta intensidad como en World Wide Suicide, Vedder va armando su suplicio característico, refiriéndose a las pérdida y a la muerte de personas inocentes. La voz se hace un alarido en el estribillo y en el coro: “No estoy ciego /Lo puedo ver venir /Parece como un destello /En mis ojos de niño. /No estoy frenético /Puedo sentir como viene /Cariño tu me salvaras/Si te salvas a ti mismo”. Este tema tiene una fuerza especial… una fuerza inexplicable, qué solo el dolor del ser querido perdido podrá descifrar. Nosotros, quedamos a merced de meditar, y de suponer… sin embargo, Army Reserve nos traslada hacia caminos insuperables.

Para la parte final, Pearl Jam deja dos hermosos temas: Come Back y Inside Job: los más largos y elaborados del disco. En Come Back la melodía se hace una sublime atmósfera nostálgica. Si deseamos sentir el amor que no se dio, sentir esas suposiciones del amor más allá de la derrota, Come back lo encarna totalmente. Canto y súplica, imágenes directas y sencillas. Aquí en la influencia de Neil Young no puede ser más evidente: lo que falta es la armónica; sin embargo, su papel lo cumple el teclado etéreo que marca el hilo melancólico del tema. La voz se pide piedad; la batería ejecuta elegantemente el portento grave junto con el bajo; y las dos guitarras van llevando a la voz, lentamente, a niveles inimaginados. Hay mucho del clásico blues en este tema, y se ve reflejado en ese solo de McCready a la altura del minuto 3:39. “I’ll be here/Come back/Come back” dice el reclamo final, repetido tres veces en la espesura…

Inside Job es una canción muy especial. Ya solo el comienzo te invita a seguirlo: comienza muy lento, con una nota elegante y decidida… “Debajo de esta sonrisa yace todo.../Todos mis miedos y mi rabia, mi orgullo y mi vergüenza. /Hago un pacto conmigo mismo/No cerrar las puertas al pasado/ Solo por hoy soy libre”, dice la primera estrofa. Se realiza entonces el llamado introspectivo, de añoranza personal: meta única de realización. “No perderé mi fe... Es un trabajo interior hoy. Esto lo sé muy bien”, reza el coro. Con una fuerza tremenda el tema agarra fuerza y se eleva. Lo que fue la tonada tímida del principio se abalanza como una máquina perfecta, aguda, brutal: “La vida viene desde dentro de tu corazón y tu deseo /La vida viene desde dentro de mi corazón y mi deseo /La vida viene desde dentro de tu corazón y tu deseo...”.




Bibliografía Consultada:

Brian Hiatt. “La gran revancha de Pearl Jam”. En: Rolling Stone. Buenos Aires, Septiembre, 2006. pp: 33-37.

Alfredo Lewin. Nirvana (Reseña). Versión electrónica: http://rockaxis.com

Juan Ignacio Cornejo. La verdad sobre el grunge. Versión electrónica: http://www.rockaxis.com.

Grunge (Historia). Versión electrónica: http://es.wikipedia.org/wiki/Grunge

Laura Gentile. “Entrevista a Eddie Vedder”. Diario El Clarín. 2005. Versión electrónica: http:// http://www.clarin.com/diario/2005/11/25/espectaculos/c-00611.htm

Felipe Rodríguez. Pearl Jam y su octavo disco. Versión electrónica:
http://www.audiomusica.com/site/cuerpo_alma/pearl_jam.php

Pearl Jam (Historia). Versión electrónica: http://es.wikipedia.org/wiki/pear_jam

Augusto Hernández. El liderazgo de Pearl Jam. Versión electrónica: http://bomboncitomagazine.com/articulos/083.php

Pablo Gil. La rebelión de Pearl Jam. Versión electrónica:
http://www.elmundo.es/laluna/2002/194/1036005599.html

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