Historiar la polarización (Apuntes sintomáticos)

Me levanté de la cama a escribir. Es insoportable dar y dar vueltas con ideas en la cabeza. Vine a aquí a soltar la mano y referirme, al azar, al proyecto de investigación para el Celarg. A lo sumo, quiero que el lector –cualquiera que sea– se entere, o tenga noticia, de los pasajes terribles de la Venezuela en tiempos de la gesta emancipadora. Que lo palpe a través de testimonios y los documentos. Sé que existe amplia bibliografía literaria sobre el tema. Solamente la literatura heroica es parte de la propia historiografía oficial que aún se lee y se comenta, aunque mejor es decir que se le reza y se le venera.
Pienso en mostrar las penurias de la gente del pueblo. Quiero mostrar el dolor del encierro; el trauma de los despojos y de las violaciones; la pesadilla de Boves y de José Félix Ribas. Ayer en la noche anoté dos grandes grupos: uno, captar el miedo señalado e infundido (ansiedad, desolación, tristeza, parálisis); dos, estudiar la valentía (coraje, herocidad, esperanza, el sobreponerse).Venezuela es un territorio miedotizado, por ende, es polarizado, carcomido por la guerra.
¿Qué ocurre cuando el lector mira en el pasado los temores y se ven reflejados en ellos? ¿Qué sucede cuando nos vemos en el espejo de la muerte y de la desesperación? La investigación tiene un enfoque emotivo, pasional. La historia académica ha perdido mucho de ello. El relato histórico que hace falta es aquel capaz de hacer conmover a la gente común. La gente común es la que padece el miedo. Todos llevamos miedo y valentía en lo recóndito de nuestro corazón. Historiar la polarización desde la psicología social, por ejemplo. Captar los comportamientos y los síntomas. Una sociedad en guerra es un colectivo disfuncional, volátil, animal.
Yo quiero adentrarme en el llanto de la mujer y en la herida del soldado. Se habla mucho de la valentía de los soldados que consiguieron la independencia. Pero nadie dice nada de los miedosos; nadie deja en claro qué se hacía con ellos cuando se les descubría. Hay que detenerse en las omisiones y en los silencios y confrontarlos con el discurso enemigo. En la diatriba estallan los síntomas psicológicos de la colectividad, a pesar de que las élites políticas muestran siquiera en su tribuna un ápice de lo que podía decir el dueño de la pulpería o la mujer esclava que aprovechó de huir al cumbe a esconderse del Amo.

Quiero estudiar la pérdida del rumbo de un país que puja y contrapuja por ser libre o súbdito de la Península. Esa ingobernabilidad que solo la violencia puede encauzar por el miedo y el discurso exaltante. Quiero estudiar en qué condiciones se nombra al “caos” como oscuridad social. O analizar términos como “esperanza” cuando el sargento lee a viva voz el bando de alarma. Esos encontronazos se dan en el corazón. Y para llegar a él hay que bajar hasta el pulso humano y hacerle preguntas. El miedo y la valentía está en el tejido social para ser escuchado y verlo en perspectiva para comprender de qué estamos hechos o qué defectos o fantasmas aún hoy no son superados.

CAM, 
Caracas, martes 19 de marzo del 2013.


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