Luís Alberto Spinetta y la perpetuidad



Muchos de nosotros solemos relacionar la eternidad con la muerte. El caso no es del todo gratuito. La eternidad, como concepto ontológico, viene a nuestra memoria envuelto en un aura sacrosanta y sazonada además por los dogmas, sea cual sea el credo que lo sostenga. El razonamiento sabido: la eternidad es el estado perfecto, atemporal y prístino del espíritu. Sin embargo, para que algo sea eterno, para que cada uno de nosotros acceda a ello -acaso si tus pecados no son del todo tan horrendos- existe la música: otra autopista veloz hacia la perpetuidad. Solo pocos afortunados pueden transportarnos a la inmortalidad; pocos los virtuosos a lo largo del tiempo, alquimistas del ritmo y de la belleza.

“La música es tan eterna que es como la edad astronómica en relación a la edad de los años”. Así relaciona la música y lo eterno el protagonista de este ensayo: Luís Alberto Spinetta. Para “El Flaco”, como se le conoce cariñosamente en la historiografía musical argentina, hablar de lo perpetuo es hacerlo, paralelamente, de la luz y la memoria, pero también de la oscuridad y el olvido. Si hay alguien que ha influido a generaciones enteras de músicos en Latinoamérica, ese es Spinetta. Su corpus poético, sustentado en más de 40 discos publicados desde 1969 hasta la actualidad, avanza más hacia esa eternidad de la que hablamos en un principio. Una obra eterna bien por su magistralidad, o por su capacidad de reinventarse a sí misma, dejando una impronta ineludible en todos y para todos. De allí que muchos lo conozcan como el apóstol de la luz.



El pasado 4 de diciembre del 2009, el Flaco celebró sus 40 años de trayectoria en el estadio Vélez Sarsfield (Buenos Aires) con un concierto de cinco horas y media, en donde reunió a todas las bandas de su carrera. Estamos hablando de Spinetta y las Bandas Eternas. Sólido trabajo donde el maestro cita a los artistas más representativos del rock argentino: Charly García, Fito Páez, Gustavo Cerati, por solo nombrar algunos; y además de reagrupar todos los conjuntos con sus integrantes originales: Almendra (1969), Pescado Rabioso (1972), Invisible (1974), Spinetta Jade (1980), Spinetta y los socios del desierto (1997). Si alguien desea disfrutar de un recital donde desfile el rock progresivo y el blues, el folk y el jazz, debe tener este trabajo antológico en vivo. Una vez iniciado el viaje hacia la luz, no hay regreso. Porque Spinetta convoca no solo a la historia, sino también a ese viaje atemporal que procura hallar todos los caminos del universo. Lo mejor: comprobar que lo eterno es también una apuesta por la vida.

CAM, 2011.

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